sábado, 31 de marzo de 2012

LA CULTURA PRIISTA Y LA “IZQUIERDA” CON COMILLAS

En octubre de 1990 el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas nos visitó en Texcoco. Vino a apoyarnos en una campaña para la presidencia municipal, cuyas votaciones se celebrarían el 8 de noviembre de ese año. El candidato a la presidencia por Texcoco era ni más ni menos quien esto escribe. Después de un exitoso mitin lo invitamos a comer a un antiquísimo pueblo llamado Huexotla. Ahí, en corto, mientras comíamos le dije al Hijo del General: “Ingeniero, ¿sabe cómo se van acabar las broncas en el PRD?” “¿Cómo Salvador?”, “que las dietas de todos los funcionarios perredistas se vayan a las arcas del partido y el partido les pague como profesionales de la organización, así nadie se va a estar peleando ferozmente por ser diputado, senador, gobernador o presidente municipal y tendremos recursos para apoyar a los militantes de base y no perderlos y con ello podemos hacer crecer el partido”. Las hordas en el PRD habían llegado a repartirse sobre todo, no las candidaturas por mayoría, sino las de representación proporcional, en ese entonces los candidatos eramos de “sacrificio”, pues era muy difícil ganar un puesto de elección popular por mayoría. Las broncas internas, a la sazón, eran contra los expriistas que querían agandallarse los puestos del partido. La izquierda tenía las comillas listas para colocárselas prontamente y un tiempo después se ostentaba ahora sí como “la izquierda”, electorera, cucharera, negociadora, concertacesionista, tortibonera, cementera y repartidora de despensas y de leche contaminada. La izquierda moderna pues, neoliberal, globalizante, “democrática”. En Texcoco, en 1988, la izquierda, aún sin comillas, tuvo una de las votaciones más altas como Frente Democrático Nacional, FDN, bajo las siglas del Partido Mexicano Socialista, PMS (aún cuando el nombre de Heberto Castillo apareció, si mal no recuerdo, en la boletas), Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, PARM, del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, PFCRN, el ferrocarril y del Partido Popular Socialista, PPS. El ingeniero Cárdenas me contestó: “Lo voy a considerar Salvador”. Por supuesto que no lo consideró. Y no lo hizo porque Cárdenas traía en las venas la sangre del PRI, las cultura del PRI, nació con ella, creció con ella, ella le dio la gubernatura de Michoacán y otros puestos gubernamentales, pero toda ella no le fue suficiente, no le alcanzó para convertirse en candidato del PRI a la Presidencia de la República en 1988. Por ello fue el principal protagonista de la ruptura interna que en toda su historia ha tenido el Revolucionario Institucional. Como por arte de magia Cuauhtémoc Cárdenas pertenecía ya a las filas de la izquierda y la izquierda estaba orgullosa de tener en su militancia ni más ni menos que el mejor cuadro político al que pudo haber aspirado. Pero, no es fácil hacerse una transfusión de sangre izquierdista para de buenas a primeras convertirse en un socialista o en un revolucionario, por más voluntad y empeño que se ponga. Y más si atrás de él venía una cáfila de priistas que se salieron de su huacal para emprender una nueva aventura en pos de las mieles del poder y los privilegios que se les habían escapado de las manos al ser rechazado Cuauhtémoc como candidato del PRI a la presidencia. La cultura priista llegó al PRD y ahí tuvo un lugar donde pudo fermentar alegremente como en la Viña del Señor. Fue entonces cuando de las bardas que los militantes del partido pintaban empezaron a desaparecer las consignas de ¡BASTA DE ROBAR AL PUEBLO!, ¡LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS!, y empezaron a aparecer los “slogans” publicitarios y los “qué bonita sonrisa” de los candidatos de la “izquierda”, los movimientos sociales (¡uy que feos!) fueron abandonados, y esa “izquierda” lait, empezó a mostrarse en los anuncios monumentales cual actores telenoveleros por todas partes. La izquierda no pudo izquierdizar a los priistas.
Ocurrió lo contrario, los priistas inocularon su cultura a los presuntamente más izquierdistas de la pradera perredista. Y por ahí se fueron los texcocanos. Y eran ¡pemetistas! (del Partido Mexicano de los Trabajadores, sí de mi expartido). Sí, mis compañeros de militancia. Y por el mismo camino se fueron los pemetistas de Neza, de Tultitlán, de Ecatepec, y florecieron los higinios, los cureños, los bautistas, los ulloas, los horaciosduartes, los encinas, los salinas, los reinaldos, los carmelos, auténticos jeques cimarrones. ¡Qué vergüenza! El experimento de la cultura priista halló un lugar feraz para desarrollarse en un partido que se pretendía íntegro, honorable y por demás democrático. Ya en 1993 el PRD co-gobernaba con el PRI en Texcoco. Y en 1997 la izquierda aprovechó el tsunami cardenista que arrasó en el DF, para que los expemetistas llegaran al poder en Neza, Chicoloapan, en Los Reyes, en Tepetlaoxtoc, en Tezoyuca, y en muchos municipios mexiquenses. El poder es el poder. Pronto la “izquierda” ahora sí ya con comillas, aprendió las mañas de los priistas y rápidamente superaron a éstos. En esos municipios le hicieron honor al nepotismo y empezaron a conjugar en todas sus formas el verbo heredar, yo heredo, tú heredas, él hereda, nosotros heredamos, vosotros heredáis, ellos heredan para crear dinastías cual egipcios de pacotilla y delegar el poder a hermanos, primos, sobrinos, amantes y hoy, en el DF esposas (la de Jesús Ortega, la de Bejarano, vgr.), la “cosa Nostra”, la “famiglia” y sus capos.
De ese tiempo a acá de este lado, esto es, hasta 2009, el PRD gobernó esos importantes municipios. Además en 2006 la “izquierda” también llegó al poder al municipio más grande de México y quien sabe si del mundo: Ecatepec, con otro ex pemetista a la cabeza. Pero lo que tenía que pasar pasó. La “izquierda” ya no pudo seguir engañando a su clientela. Esos municipios importantes: Texcoco, Los Reyes, Neza y Ecatepec, fueron recuperados por la cultura madre: el priismo. El priismo dijo hasta aquí les damos chance a los “izquierdosos” y vamos por todo… y fueron por todo. Hoy esa “izquierda” con comillas, está de luto. Por ello luchan por conservar el hueso, la médula y la remolacha. Saben que la alta votación de Obrador en las próximas votaciones les va a dejar dividendos. En realidad les vale madre el pueblo. Ahora un luchador de esos de “izquierda”, el senadorzuelo perredista, Carlos Navarrete, ex pesetista del (PST) lo entrevistan en televisión y habla de “su” chofer con ostentación. Esto es impensable para un izquierdista sin comillas. En fin, que la “izquierda” ahora se transmuta de color y ahora de amarillos pasaron a ser morenazos. Y en Texcoco esos morenazos ahora buscan la candidatura a la diputación: Alberto Martínez Miranda y Horacio Duarte. No se quieren bajar del fémur y los calcañales.
En Texcoco, el 3 de mayo de 2006, los antaño revolucionarios, los perredistas, pidieron el auxilio de las fuerzas estatales para reprimir a los floristas del Belisario Domínguez y a los ejidatarios de Atenco. El saldo fue de dos jovencitos muertos, decenas de mujeres violadas, 250 presos (manejan 220 presos oficialmente, pero no toman en cuenta a los chavitos y chavitas de Texcoco que fueron liberdos en los siguientes días de la represión), uno de ellos sentenciado a 112 años de prisión, dos a 67, nueve a 33 años de condena. Esta represión la comenzó y la preparó junto con el gobierno del PRI y del PAN, el partido de la izquierda con comillas.
Los gobernadores perredistas de Oaxaca y Chiapas tienen como medallas represivas las comunidades zapatistas y San Juan Copala. Y como joya de la corona, el 12 de diciembre, ante una movilización de estudiantes de Ayotzinapa Guerrero, el gobernador perredista Ángel Aguirre Rivero, “mando a limpiar la carretera” y sus genízaros lo hicieron con metralletas. Asesinaron a dos estudiantes Gabriel Echeverría y Alexis Herrera. El PRD, por supuesto, está protegiendo a “su” gobernador.
Y ya pacabar, Michoacán, el símbolo y emblema de los perredistas, fue derrotado vergonzosamente hace unos meses por los priistas.
Esta es ni más ni menos la cultura priista enquistada, incrustada, inoculada en la llamada izquierda con comillas.

Salvador Díaz Sánchez.

Congruencia y consecuencia

Martha de los Ríos Merino vivió en la congruencia y consecuencia, apartada de los reflectores y de las tentaciones del poder al que tantas otras personas sucumbieron. Su lucha incansable durante 34 años fue la presentación con vida de los desaparecidos políticos por la guerra sucia en México, aunque antes de 1978 era ya militante de izquierda, integrante de la juventud comunista. Su hermana Alicia, integrante también de la Liga Comunista 23 de Septiembre, fue desaparecida ese año por la entonces Dirección Federal de Seguridad (DFS), hecho que marcó su militancia posterior.

Martha recibió a la pequeña Alicia, hija de su hermana, y juntas recorrieron el tortuoso camino de la búsqueda con cientos de familiares de desaparecidos, asesinados y torturados durante ese periodo oscuro de la historia de México. Ellas y sus compañeros tocaron todas las puertas para exigir la presentación con vida de sus hijos, hermanos, padres, madres, hermanas. Organizaron plantones, mítines, marchas, huelgas. Todo lo hicieron y muchas lo siguen haciendo, logrando no pocas victorias gracias a su maravillosa terquedad y empecinamiento.

Mientras en el mundo se aplaudía la política exterior del gobierno del entonces presidente Luis Echeverría, que ofrecía asilo a los exiliados políticos de las dictaduras de América Latina, aquí Martha y sus compañeros recorrían las cárceles y cuarteles militares para encontrar a sus familiares desaparecidos o asesinados por ese mismo gobierno. Las puertas nunca se abrieron, pero algunas las tumbaron.

Zapatista de hueso colorado, Martha suscribió la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y, como bien señala la Red Contra la Represión y por la Solidaridad, participó activamente en el recorrido de la otra campaña por el país, realizado en 2006 y 2007: “Junto con las compañeras y compañeros de la Unión de Familiares, con Hijos Desaparecidos de Sinaloa, con el Comité de Chihuahua y con muchos más participó en el Foro Nacional Contra la Represión como ponente y en la mesa de la reunión junto con el subcomandante Marcos”.

Martha falleció el pasado 27 de marzo a causa de una enfermedad en su natal Chihuahua. Se fue sin haber encontrado a Alicia, pero con la certeza de haber luchado hasta su último aliento, no sólo por la aparición de su hermana, sino por la de todos los desparecidos políticos y, sobre todo, por un país con democracia, libertad y justicia.

Aparición con vida de todos los desaparecidos políticos y castigo a los responsables de la guerra sucia. Todos tienen nombre y apellido. Mar tha siempre lo dijo.

martes, 27 de marzo de 2012

Estudiando a la contrainsurgencia de EEUU: manuales, mentalidades y uso de la antropología

La siguiente, es una compilación revisada de artículos publicados durante estos años en La Jornada y en páginas alternativas, en torno a manuales y documentos de contrainsurgencia estadounidenses. A la luz de la reciente matanza de civiles en Afganistán, incluyendo niños, por soldados de Estados Unidos, me pareció importante que los lectores de Rebelión puedan tener esta perspectiva de las mentalidades del aparato militar que condiciona estas masacres.

El 5 de octubre de 2007, el New York Times publicó un artículo de David Rohde (“El Ejército enlista a la antropología en zonas de Guerra”), sobre la considerada por los militares estadounidenses como “nueva arma crucial en las operaciones contrainsurgentes”: un equipo integrado por antropólogos y otros científicos sociales para su utilización permanente en unidades de combate de las tropas de ocupación de Estados Unidos en Afganistán e Irak. El corresponsal informa que este singular involucramiento de las ciencias sociales en el esfuerzo bélico estadounidense constituye un exitoso programa experimental del Pentágono que, iniciado en febrero de 2007, ha sido tan recomendado por los comandantes en el teatro de la guerra que en septiembre de ese año el Secretario de Defensa Robert M. Gates autorizó una partida adicional de 40 millones de dólares para asignar equipos similares a cada una de las 26 brigadas de combate en los dos países mencionados.

En el mismo artículo se destacan las reacciones críticas por parte de un sector importante de la academia estadounidense que no duda en considerar el programa como “antropología mercenaria” y “prostitución de la disciplina”, comparándolo con lo ocurrido en la década de los sesenta, cuando se utilizaron antropólogos en campañas contrainsurgentes en Vietnam y América Latina (Plan Camelot).

Ya en su sesión anual en noviembre de 2006 y con la presencia de cientos de sus integrantes, la American Anthropological Association condenó por unanimidad “el uso del conocimiento antropológico como elemento de tortura física y sicológica”, ante el alegato de que los torturadores de la prisión Abu Ghraib, en Irak, pudieron ser inspirados por la obra de un antropólogo, a partir de la idea que “hombres árabes humillados sexualmente podrían llegar a ser informantes comedidos” (Matthew B. Stannard. “Montgomery McFate’Mission. Can one anthropologist possibly steer the course in Iraq?” San Francisco Chronicle, April 29, 2007).

En julio de 2007, el antropólogo Roberto J, González escribió un excelente artículo (“¿Hacia una antropología mercenaria? El nuevo manual de contrainsurgencia del Ejército de Estados Unidos FM- 3-24 y el complejo militar-antropológico”. Anthropology Today, Vol. 23, No. 3, June 2007), en el que detalla críticamente las contribuciones de antropólogos en la elaboración de dicho manual. González demuestra, incluso, que algunas de estas “contribuciones” no son innovadoras desde el punto de vista de la teoría antropológica y más bien parecen “un libro de texto introductorio de antropología simplificado –aunque con pocos ejemplos y sin ilustraciones.”

La antropología mercenaria estadounidense se caracteriza por la beligerancia y el cinismo con que justifica la estrecha colaboración entre antropólogos y militares en guerras imperialistas y violatorias de los más elementales derechos humanos y los principios fundacionales de la Organización de Naciones Unidas. Una de sus más aguerridas defensoras y autoras intelectuales es la antropóloga estadounidense Montgomery Mcfate, quien se impuso la tarea de “educar” a los militares y cuya misión en los últimos cinco años ha sido convencer a los estrategas de la contrainsurgencia de que la “antropología puede ser un arma más efectiva que la artillería”. Mcfate ignora y le exasperan las críticas de sus colegas en la academia, a quienes considera encerrados en una torre de marfil y más “interesados en elaborar resoluciones que en encontrar soluciones”. Ella es ahora la “comisaría política” de los militares, una de las autoras del citado manual de contrainsurgencia, creadora del programa Sistema Operativo de Investigación Humana en el Terreno, iniciado por el Pentágono, y consejera de la Oficina del Secretario de Defensa. Todo un éxito del American way of life.

En realidad, la participación de antropólogos en misiones coloniales e imperialistas es tan antigua como la propia antropología, la cual se establece como ciencia estrechamente ligada al colonialismo y a los esfuerzos por imponer en el ámbito mundial las relaciones de dominación y explotación capitalistas. Un clásico sobre el tema es el libro de Gérard Leclercq, "Anthropologie et colonialisme" (Paris: Librairie Arthéme Fayard, 1972) que en su introducción asienta: “El nacimiento común del imperialismo colonial contemporáneo y de la antropología igualmente contemporánea puede situarse en la segunda mitad del siglo XIX. Trataremos de poner en evidencia la relación de la ideología imperialista, de la que la antropología no es sino uno de sus elementos, con la ideología colonial, y las razones por las cuales una investigación ‘sobre el terreno’ se hacía necesaria y posible por la colonización de tipo imperialista.” (p. 15)

Hay que recordar en México el papel protagónico que jugaron los antropólogos en la elaboración de las políticas indigenistas desde el momento en que Manuel Gamio, --padre fundador de la disciplina en este país--, definió a la antropología como “la ciencia del buen gobierno”, iniciándose un maridaje entre antropólogos y el Estado mexicano que fue roto en parte hasta que el movimiento estudiantil-popular de 1968 creó las condiciones para que las corrientes críticas se manifestaran y denunciarán el papel de complicidad de la antropología mexicana posrevolucionaria en el afianzamiento del colonialismo interno que rompió la rebelión zapatista.

El grotesco maquillaje cultural de la antropología contrainsurgente no cambia la naturaleza brutal de la ocupación imperialista ni ganará la mente y los corazones de la resistencia y de los millones de estadounidenses que se manifiestan de manera creciente contra la guerra.

El manual 3-24 de contrainsurgencia estadounidense

Como expresión del grado de involucramiento de la alta burocracia académica en los esfuerzos belicistas del imperialismo estadounidense, la Universidad de Chicago publicó en julio de 2007 una edición de bolsillo --de chaqueta militar, naturalmente-- del nuevo Manual de campo de contrainsurgencia (No. 3-24). Está abierta complicidad de los círculos de educación superior con la maquinaria de guerra de Estados Unidos, provocó un alud de críticas de los intelectuales independientes estadounidenses, quienes con rigor analizaron el texto coordinado por el general David H. Petraeus y condenaron el vergonzoso papel jugado por las autoridades universitarias que consintieron en editar un manual destinado a la persecución, tortura y asesinato de seres humanos y a la ocupación militar de países en los “oscuros rincones del mundo” en los que Estados Unidos pretende hacer prevalecer sus intereses.

Uno de estos críticos es David Price, autor de un demoledor artículo traducido al castellano y publicado por Rebelión: “Prostitución de la antropología al servicio de las guerras del imperio”, en el que demuestra el plagio realizado --en particular en el capítulo tercero del Manual -- de autores como Victor Turner, Anthony Giddens, David Newman, Susan Silbey, Kenneth Brown, Fred Plog, Daniel Bates, Max Weber, entre otros. Este capítulo, considerado por Price como central, fue escrito por la antropóloga Montgomery Mcfate, quien –recordemos-- es una de las más fervientes partidarias de la utilización de la ciencia antropológica en la contrainsurgencia a partir de equipos de antropólogos “empotrados” en las unidades de combate en Afganistán e Irak.

Price destaca esta carencia de ética intelectual debido a que “las pretensiones de integridad académica constituyen el fundamento mismo de la estrategia promocional del Manual”, que ha sido alabado por los mercenarios intelectuales del Pentágono en los medios masivos de comunicación y en periódicos y revistas como el New York Times, Newsweek y otras publicaciones estadounidenses.

También, el Manual ha provocado una reacción de alborozo en los medios militares de otras altitudes. El general brasileño Álvaro de Souza Pinheiro, por ejemplo, lo considera “el documento doctrinario de contrainsurgencia más bien elaborado que el mundo occidental ha visto hasta hoy en día” e informa que “gran parte de los ejércitos de la OTAN ya está en proceso de reformulación de sus documentos similares, teniendo como base el reciente manual norteamericano”. (Chile Press, 02/04/2007).

Seguramente que la Secretaría de la Defensa Nacional mexicana, a través del Plan México, está analizando tal novedad editorial para poner al día sus viejos manuales de guerra irregular y mejorar sus campañas contrainsurgentes en Chiapas y otros estados de la república, ahora con el auxilio de antropólogos empotrados --a la moda Mcfate-- que ayuden a “comprender” a los militares las culturas de los “nativos” que se rebelan contra el orden establecido.

La lectura del Manual es obligatoria para entender la mentalidad de los intelectuales de la guerra “contra el terrorismo”. El prefacio firmado por el general Petraeus (que estuvo a cargo de las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos en Irak) y por el general James F. Amos, del tristemente célebre Cuerpo de Marines, muestra que los militares estadounidenses se tornaron si no marxistas por lo menos dialécticos pues descubren que: “El Ejercito y el Cuerpo de Marines reconocen que cada insurgencia es contextual y presenta su propio conjunto de retos”. Por ello, una campaña de contrainsurgencia requiere que “Soldados y Marinos (así, con mayúsculas en todo el texto) utilicen una mezcla de tareas de combate con habilidades más frecuentemente asociadas con agencias no militares…

“Se espera que Soldados y Marinos sean constructores de naciones lo mismo que guerreros. Ellos deben estar preparados para ayudar a restablecer instituciones y fuerzas locales de seguridad y asistir en la reconstrucción de los servicios básicos. Ellos deben de ser capaces de facilitar el establecimiento de la gobernabilidad local y el imperio de la ley. La lista de estas tareas es larga; hacerlas involucra una cooperación y coordinación con muchas agencias intergubernamentales (de Estados Unidos), de la nación huésped y del ámbito internacional…Conducir una campaña de contrainsurgencia exitosa requiere de una fuerza flexible, adaptable, dirigida por líderes ágiles, bien informados y astutos culturalmente.”

El análisis de este prefacio a la luz de la ocupación neocolonial de Irak descubre que estos “constructores de naciones” han sido quienes sin justificación alguna llevaron a cabo una guerra violatoria del marco jurídico internacional contra un Estado independiente y miembro de la Organización de Naciones Unidas, misma que ha ocasionado la muerte de 650 mil iraquíes, la destrucción de la infraestructura básica de servicios públicos, el éxodo de millones de habitantes hacia el exterior, el saqueo y destrucción de su patrimonio cultural, el asesinato premeditado de sus escritores, docentes, médicos y abogados. La potencia ocupante estableció un gobierno pelele de colaboracionistas al que eufemísticamente llama “gobierno de la nación huésped”, el cual se sostiene sólo por la letal astucia cultural de Soldados y Marinos y el imperio de la ley de Estados Unidos.

Por cierto, el 2007 fue el más mortífero para las tropas de ocupación con 858 soldados estadounidenses muertos hasta el seis de noviembre y 3855 acumulados desde 2003 (61, 996 muertos y heridos por causas hostiles y no hostiles). ¿Será que el Manual no está funcionando? ¿Qué los Soldados y Marinos no leen? ¿Qué los antropólogos empotrados no hacen bien su trabajo? ¿Será, tal vez, que la insurgencia es más dialéctica que la contrainsurgencia?

Un supuesto básico del Manual de Contrainsurgencia 3-24 es que Estados Unidos tiene el derecho de intervenir militarmente en el ámbito mundial, lo cual se contrapone con los principios y leyes del marco jurídico internacional que dieron origen y constituyen el fundamento de la Organización de Naciones Unidas. Así, el Manual sostiene que su doctrina “por definición es amplia en perspectiva y contiene principios, tácticas y procedimientos aplicables en todo el mundo …Esta publicación tiene como propósito ayudar a preparar a los jefes del Ejército y del Cuerpo de Marines a conducir operaciones de contrainsurgencia en cualquier parte del mundo.”

Para justificar esta extraterritorialidad castrense --como ya mencionamos-- los estrategas utilizan una entelequia jurídica denominada “nación huésped”, cuyo gobierno “invita” a Estados Unidos a la contrainsurgencia contra su propio pueblo, aunque dicha autoridad sea impuesta con posterioridad al derrocamiento del gobierno legalmente constituido y la ocupación militar del país por las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos. Ya en la anexión del archipiélago de las Filipinas en 1898, Estados Unidos libró su primera guerra de contrainsurgencia del siglo XX contra la rebelión encabezada por Emilio Aguinaldo, con el pretexto –según el presidente estadounidense William McKinley-- de “educar, elevar y cristianizar a los filipinos“. (Timothy K. Deady, "Parameters". Spring, 2005).

También, en la guerra contrainsurgente de Estados Unidos en Nicaragua contra el general Augusto C. Sandino --quien derrotó una y otra vez a los marines estadounidenses-- los yanquis emplearon la táctica de enfrentar “nativos contra nativos”, al crear la Guardia Nacional encabezada por Anastasio Somoza García, quien finalmente asesinó a Sandino en 1934.

Otra de las ideas-fuerza del Manual es que al poseer Estados Unidos una abrumadora superioridad militar convencional, sus enemigos luchan por medio de una guerra no convencional, “mezclando tecnología moderna con antiguas técnicas de insurgencia y terrorismo…En contrainsurgencia, el lado que aprende y se adapta más rápidamente –el que tiene mejor organización para aprender- usualmente gana. Contrainsurgencias han sido llamadas competencias de aprendizaje. Entonces, esta publicación identifica que ‘aprender y adaptar’ es un imperativo moderno de contrainsurgencia para las fuerzas de Estados Unidos”

A partir de esta premisa, el Manual concluye:

“Irónicamente, la naturaleza de la contrainsurgencia presenta retos a los sistemas tradicionales de lecciones-aprendizaje; muchos aspectos no militares de la contrainsurgencia no llevan por sí mismos a un aprendizaje táctico rápido…Realizar tareas no militares en contrainsurgencia requiere conocimiento en muchas y diversas materias complejas. Estas incluyen gobernanza, desarrollo económico, administración pública, y el imperio de la ley. Comandantes con un conocimiento profundo en estas materias pueden ayudar a sus subordinados a entender ambientes desafiantes y poco familiares y adaptarse más rápidamente a situaciones cambiantes.”

Se ofrecen definiciones a modo de insurgencia y contrainsurgencia: “insurgencia es una lucha político-militar organizada y prolongada ideada para debilitar el control y la legitimidad de un gobierno establecido, de una fuerza ocupante o de otra autoridad política, mientras se incrementa el control insurgente”. Otra definición de insurgencia afirma que ésta es “típicamente una forma de guerra interna, una que ocurre primariamente dentro de un estado, no entre estados, y una que contiene al menos ciertos elementos de guerra civil. Contrainsurgencia son las acciones militares, paramilitares, políticas, económicas, psicológicas y cívicas llevadas a cabo por un gobierno para derrotar a la insurgencia.”

En el caso de Irak se observa que el “gobierno establecido” no tiene legitimidad ni control puesto que es una autoridad subordinada a la potencia ocupante. Asimismo, ante su fracaso contra la resistencia patriótica, Estados Unidos ha provocado la guerra civil, enfrentando a sunitas contra chiitas a través de atentados terroristas perpetrados por sus agencias de inteligencia, fortaleciendo la independencia de facto de los kurdos y debilitando al máximo la unidad nacional.

El gran “descubrimiento” del Manual es su barniz antropológico:

“El conocimiento cultural es esencial para emprender una exitosa contrainsurgencia. Las ideas americanas (sic) de lo que es “normal” o “racional” no son universales. Por el contrario, miembros de otras sociedades frecuentemente tienen diferentes nociones de racionalidad, conducta apropiada, niveles de devoción religiosa, y normas concernientes al género.”

El verdadero proceso de aculturación de los soldados estadounidenses va más allá de los manuales, según palabras de un veterano de la guerra de Irak:

“He sido un asesino psicópata porque me entrenaron para matar. No nací con esa mentalidad. Fue el Cuerpo de Infantería de Marina quien me educó para que fuera un gánster de las corporaciones estadounidenses, un delincuente. Me entrenaron para cumplir ciegamente la orden del Presidente de Estados Unidos y traerle a casa lo que él pidiera, sin reparar en ninguna consideración moral. Yo era un psicópata porque nos enseñaron a disparar primero y a preguntar después, como lo haría un enfermo y no un soldado profesional que solo debe enfrentar a otro soldado. Si había que matar a mujeres y a niños, lo hacíamos. Por tanto, no éramos soldados, sino mercenarios”. (Jimmy Massey, Fuente: Cuba Debate).

Inteligencia en la contrainsurgencia

Si en cualquier tipo de conflicto bélico el trabajo de inteligencia es indispensable, en la contrainsurgencia es particularmente vital, señalan los militares estadounidenses. Por ello, el capítulo clave del Manual de Contrainsurgencia 3-24 versa precisamente sobre las características de la inteligencia en esta guerra asimétrica. Igualmente, dado que las conflagraciones que libra Estados Unidos tienen lugar en espacios culturalmente extraños, el descubrimiento castrense es la colaboración de científicos sociales en las campañas imperialistas contra los movimientos revolucionarios y de resistencia nacional.

La antropóloga contrainsurgente Montgomery McFate lo explica de esta manera: “En un conflicto entre adversarios simétricos, en el que ambos son equivalentemente iguales y usan tecnología similar, comprender la cultura del adversario es en gran parte irrelevante. La Guerra Fría, con toda su complejidad, enfrentó entre sí a dos poderes de herencia europea. En una operación de contrainsurgencia contra un adversario no occidental, sin embargo, la cultura es importante.” (Military Review, March-April, 2005)

Ya que los comandantes y estrategas militares requieren “profundizar en las culturas, percepciones, valores, creencias, y procesos de toma de decisiones de individuos y grupos,” el Pentágono integró equipos de expertos en economía, antropología y ciencia política, quienes juegan un papel en lo que técnicamente es llamado “Preparación de Inteligencia del Campo de Batalla”, que consiste en el proceso continuo y sistemático de análisis de la amenaza posible del enemigo y el ambiente en una región geográfica especifica. Los científicos sociales no son más que un instrumento de guerra, ya que las decisiones finales las toma el personal militar.

El Manual describe el tipo de información que recaban estos singulares mercenarios académicos:

“Por ejemplo, grupos tribales y familiares en Irak y Afganistán cruzan las fronteras nacionales en países vecinos. Las relaciones tras fronterizas permiten a los insurgentes contar con refugio seguro fuera de su país y les ayudan al tráfico tras fronterizo. El área de intereses puede ser grande en relación al AO (área operativa). Muy frecuentemente ésta puede estar influenciada por varios factores, tales como: redes de familia, tribales, étnicas, religiosas y otras que van más allá del área de operaciones; relaciones de comunicación y económicas hacia otras regiones; influencia de los medios de comunicación en la población local, el público de Estados Unidos y los socios multinacionales; apoyos logísticos, financieros y morales del enemigo.”

Los antropólogos-militares definen --con la ayuda del plagio ya denunciado-- conceptos como sociedad, grupo étnico, tribu, redes, instituciones, roles y estatus, estructura y normas sociales, cultura, identidad, sistema de creencias, valores, actitudes y percepciones, lenguaje, poder y autoridad, fuerza coercitiva, capital social, participación política, entre otros. Todo ello para conocer lo que realmente interesa a los militares: los insurgentes, sus objetivos, motivaciones, apoyo o tolerancia de la población hacia ellos, sus capacidades y vulnerabilidades, formas de organización, líderes y personalidades claves, actividades y relaciones políticas, libertad de movimiento, sustentos logísticos, financieros y de inteligencia, nuevos reclutas, armamento y capacidades militares, entrenamiento, etcétera. Especial atención merece la estructura organizativa de los insurgentes: si es jerárquica o no, si los miembros están especializados, si los lideres ejercen un control centralizado, o se permite acción autónoma e iniciativa propia, si el movimiento opera independientemente, o tiene relaciones con otras redes y organizaciones, si los insurgentes le dan más peso a la acción política, o a la violenta.

También, cada dirigente es motivo de un escrutinio detallado: su papel en la organización, actividades conocidas y asociadas, historia personal y trayectoria, creencias, motivaciones e ideología, educación y entrenamiento, temperamento (“por ejemplo, cuidadoso, impulsivo, pensativo, o violento”), importancia en la organización, popularidad fuera de ella. En las sesiones de tortura en Irak, Afganistán, Guantánamo, y otros “oscuros rincones del planeta”, estas son sin duda algunas de las preguntas a los detenidos por las fuerzas de ocupación estadounidenses; también formarán parte de las materias que los mentores yanquis enseñaron a miembros de las fuerzas armadas mexicanas en los cursos de “combate al terrorismo” denunciados por La Jornada.

Asimismo, estrategias y tácticas de los rebeldes merecen especial cuidado: acciones conspirativas, militarismo, guerrilla urbana, guerra popular, emboscadas, incendios, bombas y explosivos, armas químicas, biológicas, radiológicas, o armas nucleares, manifestaciones, contrainteligencia de los insurgentes, ejecución de soplones, secuestros, toma de rehenes, infiltración y subversión, propaganda, ataques a instalaciones, sabotaje, entre otros. Se analizan todos los tipos de inteligencia: humana, operaciones militares, interrogatorio a detenidos y desertores, informes de asuntos civiles, operaciones psicológicas, de los oficiales del ejército y fuerzas policíacas del gobierno pelele, contratistas, delaciones telefónicas anónimas, periodistas, académicos, etcétera. También se obtiene información de inteligencia de rutinas de reconocimiento y vigilancia, sensores y cámaras, inteligencia espacial, análisis de archivos de propiedad, financieros, del contenido de celulares y computadoras.

Sería un error subestimar las capacidades y los alcances de este trabajo de inteligencia de los imperialistas estadounidenses, como pensar que son invencibles. También es importante que la comunidad de antropólogos en el ámbito latinoamericano se manifieste en contra de la utilización mercenaria de su disciplina.

Antropología de la contrainsurgencia y la ocupación neocolonial

"Human terrain team handbook" (2008), del militar Nathan Finney, es otro de los documentos importantes disponible en Wikileaks para analizar la utilización de la antropología en las campañas contrainsurgentes y en la ocupación neocolonial de países por parte de las fuerzas armadas de Estados Unidos.

El propósito fundamental de este manual es servir en la preparación y el trabajo de los equipos (human terrain teams, HTT) que actúan en las estructuras militares estadounidenses (regimientos, brigadas, divisiones, fuerzas combinadas, etcétera). Estos equipos están compuestos de cinco a nueve personas empleadas para apoyar a los comandantes en el terreno a partir de compensar sus deficiencias de conocimiento cultural del contexto en el que maniobran. Los equipos se conforman de la conjunción de soldados y de especialistas militares y académicos provistos por contratistas del Ejército, supuestamente con una sólida preparación en ciencias sociales.

La hipótesis rectora del manual es que:

“una condición fundamental de la guerra irregular y de las operaciones de contrainsurgencia es que el comandante y su estado mayor no pueden seguir limitando su atención a las materias tradicionales: misión, enemigo, terreno y condiciones meteorológicas, tropas amigas y apoyo disponibles, y tiempo. La población local del área de conflicto debe ser considerada un aspecto tan crítico como distintivo del diagnóstico del teatro de la guerra por parte del comandante… La dimensión humana es la esencia misma de la guerra irregular. Entender la cultura local y los factores políticos, sociales, económicos y religiosos es crucial para una contrainsurgencia y para operaciones de estabilidad exitosas, y últimamente, para el triunfo de la guerra contra el terror”.

Los aspectos clave de la misión de los equipos HTT son tres: 1) Investigación por medio de las ciencias sociales (utilización de métodos antropológicos y sociológicos clásicos como entrevistas abiertas y estructuradas, análisis de texto, encuestas y observación participante). 2) Recolección de información relevante para la unidad castrense y presentación de la misma en términos familiares a una audiencia militar. 3) Creación de un marco analítico cultural para la planeación, toma de decisiones y diagnósticos operativos.

El programa, en suma: “investigará, interpretará, archivará y proveerá información y conocimiento cultural para optimizar la efectividad operativa y armonizar las acciones en curso dentro del entorno cultural”. Con el falso supuesto de que el programa no forma parte del trabajo de inteligencia militar, el manual señala contradictoriamente que sus productos deben ser incorporados en el plan de operaciones de esta sección y que sus equipos deben estar presentes en todas las etapas del proceso de toma de decisiones militares.

Los equipos HTT de civiles y militares tienen un líder (comúnmente un oficial en activo o retirado), un científico social, un procesador de información y dos analistas. Según el manual, la composición óptima incluye al menos un miembro del equipo que hable la lengua de la zona, otro que sea experto en el país en cuestión, y otro que sea mujer, “para permitir que el equipo tenga acceso a 50 por ciento de la población frecuentemente subestimada en las operaciones militares”.

La naturaleza del programa, el papel y los objetivos de los equipos varían según sea la acción intervencionista de las fuerzas armadas estadounidenses, clasificada en el manual como “contrainsurgencia, construcción de naciones (nation building), ocupación, mantenimiento de la paz, operaciones cinéticas o una combinación de estos objetivos”. Comprendiendo el programa el espectro completo de sociedad y cultura, los equipos deben determinar cómo ganar el apoyo de la población local, mitigar su desconfianza y usar la extensa familiaridad con todos los aspectos de la sociedad para lograr esos objetivos.

Es significativo que los equipos HTT no cuenten con vehículos propios. Para realizar su investigación de campo utilizan el transporte y la protección de las secciones militares de las que forman parte. El manual menciona que los miembros de estos equipos portan “armas de autodefensa” (sic) solamente, esto es, andan armados, y requieren del apoyo logístico de la unidad militar para la que trabajan, incluyendo boletos, raciones, seguridad y espacios de trabajo” (que, por cierto, suelen ser dentro del sector de inteligencia).

Por su parte, el Informe final de la American Anthropological Association (AAA) fechado en octubre de 2009 –después de un exhaustivo análisis– señala que este programa es motivo de preocupación para la asociación, ya que cumpliendo funciones de investigación, es fuente, a su vez, del trabajo de inteligencia y lleva a cabo funciones tácticas de guerra de contrainsurgencia. Dada esta confusión, cualquier antropólogo trabajando en el programa tendrá dificultades para cumplir el Código Disciplinario de Ética. El programa está adscrito dentro del Departamento de Defensa en su rama de Inteligencia, y en Irak y Afganistán la información del programa forma parte del acervo de inteligencia militar.

La AAA concluye:

“Cuando la investigación etnográfica está determinada por misiones militares, no sujeta a revisión externa; cuando la recolección de información ocurre en un contexto de guerra, integrada a los objetivos de la contrainsurgencia, y con un potencial coercitivo –todos ellos factores característicos de los conceptos y la aplicación del programa–, no es posible que estos trabajos sean considerados como un ejercicio profesional legítimo de la antropología”.

Uno de los científicos sociales participantes en el programa en Irak señaló acertadamente: “No se puede hacer antropología a punta de pistola”.

La Guía cultural de las fuerzas especiales de Estados Unidos

Por medio del excelente artículo del antropólogo David Price: “Anthropologies: the Army’s take on culture”. (AnthroNow 3/8/10: 57-63), fue posible dar lectura a un documento recientemente filtrado por el ejército de Estados Unidos, Special forces advisor guide (Guía para el asesor de las fuerzas especiales) que refleja, por un lado, los alcances de dominio global injerencista de ese país “operando” en la guerra sucia –versión Obama– ya en 75 naciones y, por el otro, la renovada influencia de conceptos y conocimientos antropológicos –previamente adecuados y depurados a las mentalidades castrenses– como un instrumento más al servicio del complejo militar imperialista. Con toda razón, Price considera la Guía..., sarcásticamente y parafraseando a Emily Post, como “un manual de etiqueta de la contrainsurgencia” que, ¡oh sorpresa,¡ “advierte al personal militar de que el mundo entero no es como Estados Unidos”.

Al igual que sus colegas de la academia estadounidense que han denunciado la implicación de antropólogos –encabezados por Montgomery McFate– como accesorios útiles, o mercenarios intelectuales, en todas las unidades de combate de las guerras de ocupación neocolonial en Iraq y Afganistán, Price señala que el principal propósito de la Guía... es instruir a los militares para interactuar mejor con otras culturas como asesores, ocupantes o visitantes. El documento está elaborado, asimismo, para evitar el shock cultural de frágiles “boinas verdes”, quienes paradójicamente tienen el lema “De oppreso liber” (“Para liberar a los oprimidos”), y que han sido denunciados por más de medio siglo por practicar y enseñar técnicas de tortura, asesinatos selectivos de prisioneros y combatientes, contribuir en la matanzas de indígenas, entrenar grupos paramilitares, etcétera, en los países llamados eufemísticamente “naciones huéspedes”; esto es, regímenes represivos en los que prestan sus servicios estos singulares “asesores”.

Price especifica que la Guía... se basa en la ya antigua, criticada y superada corriente antropológica denominada “cultura y personalidad”, que tuvo mucha influencia en los años de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, cuando antropólogos como Ruth Benedict y Margaret Mead se involucraron en estudios de “carácter nacional” para contribuir a los esfuerzos bélicos de su país, reduciendo la complejidad de naciones a rasgos simplificados y seudopsicológicos, que ignoraban las variantes significativas entre individuos y sociedades.

La Guía... se fundamenta también en el modelo de orientación de valores creado por el antropólogo Florence Kluckhohn y el psicólogo Fred Strodtbeck en los años 50 del siglo XX y basado en acartonadas representaciones de estereotipos regionales culturales, a partir de un supuesto núcleo básico de valores. Así, la compleja y heterogénea realidad étnica, lingüística y cultural del mundo se reduce en dicho documento a siete regiones culturales: “Norteamérica y Europa (incluyendo Australia y Nueva Zelanda), Asia suroeste y norte de África, América Central y Sudamérica (incluyendo México), África subsahariana, el borde del Pacífico (excluyendo las Américas), Rusia y las repúblicas independientes, y Oceanía (las islas del Pacífico)”.

La hipótesis de Price es que los militares adoptan modelos culturales inadecuados y criticados por la academia debido a que éstos hacen eco confortablemente de sus propias visiones del mundo.

“Desde la Segunda Guerra Mundial –afirma Price– observamos que los militares tienden a ignorar la investigación de la academia independiente en favor de perspectivas racialmente esencializadas ad hoc, tales como el modelo de orientación de valores de Kluckhohn (…) Los militares reconocen sus limitaciones en la comprensión antropológica de la cultura, pero sus propias reticencias, incluyendo su predilección de apoyar misiones neocoloniales, dificultan su habilidad para incorporar análisis antropológicos rigurosos”.

No obstante, poco importaría si los militares adoptaran los más acuciosos marcos conceptuales de la antropología, en lugar del reduccionismo psicológico, pletórico de estereotipos etnocéntricos que se encuentran en toda la extensión de la Guía..., ya que la finalidad de Estados Unidos y sus fuerzas armadas como potencia hegemónica de los países imperialistas sería exactamente la misma: proteger sus intereses geoestratégicos y los de sus corporaciones trasnacionales por medio de la intervención militar, policiaca y de inteligencia permanente en todas las regiones del mundo; apoyar a dictadores o gobernantes afines, formar contrapartes golpistas en sus escuelas de contrainsurgencia, continuar especializando a los ejércitos nacionales como fuerzas de ocupación a su servicio y en el control de insurgencias y disidencias de todo tipo; torturar, desaparecer, secuestrar, ejecutar, infiltrar, cooptar en operaciones transculturales de terrorismo global de Estado llevadas a cabo por los rambos de las fuerzas especiales que chapucean palabras de cortesía en español o árabe, mientras el esperanto de sus picotas cercena cuerpos y sus armas de destrucción universal aniquilan pueblos enteros.

El mensaje básico y crudo de la Guía... no requiere de interpretaciones antropológicas:

“Los asesores (de las fuerzas especiales) deben tener en mente que su principal objetivo es seguir la política de Estados Unidos (…) las mayores responsabilidades incluyen el área de defensa, la contrainsurgencia, la procuración y el empleo del apoyo de Estados Unidos (…) mantener relación con la policía y con las agencias de inteligencia responsables de la contra subversión (…) Asistir en el establecimiento de un adecuado programa de seguridad para salvaguarda contra la subversión, el espionaje y el sabotaje”.

Por cierto, México corresponde al “área de responsabilidad” compartida entre el 7 y el 20 grupos de fuerzas especiales en servicio activo (SFG), listos para liberar a los oprimidos mexicanos.

Manual de campo de las fuerza especiales número 31-20-3

A través de Wikileaks tuve acceso al Manual de campo 31-20-3, tácticas, técnicas y procedimientos de defensa interna para las Fuerzas Especiales en el extranjero, que es el tercero de una serie que produce el Departamento de Defensa de Estados Unidos para instruir y guiar a su soldadesca en las tareas injerencistas y represivas en el ámbito mundial, bajo la cobertura propagandística de ayudar a otros gobiernos a liberar y proteger a sus sociedades de la subversión, el desorden y la insurgencia. ¿¡Qué sería de nosotros si los buenos muchachos del Tío Sam no estuvieran listos para salvarnos del caos!?

Como se recordará, los intelectuales del Pentágono inventaron una entelequia eufemística-política-ideológica a la que denominan “nación-huésped”, esto es, gobiernos obsecuentes a Estados Unidos que enfrentan situaciones desestabilizadoras de variado tipo, pero sobre todo insurgencias armadas y movimientos sociales que cuentan con apoyo popular, ante las cuales recurren al desinteresado auxilio contrainsurgente de los rambos de las fuerzas especiales.

Así, el Manual de campo señala que: Una premisa básica de nuestra política exterior es que la seguridad de Estados Unidos, sus instituciones y valores fundamentales (léase: capitalismo) serán mejor preservados y fortalecidos como parte de una comunidad de naciones realmente libres e independientes (léase: sujetas a la órbita imperial). A este respecto, Estados Unidos se esfuerza por alentar a otros países para cumplir su parte en la preservación de esta libertad e independencia (léase: régimen autoritario y renuncia a la soberanía). El objetivo es apoyar los intereses estadounidenses a través de un esfuerzo común (más claro ni el agua). Donde intereses nacionales estadounidenses están involucrados (léase: corporaciones, petróleo, territorios geoestratégicos), Estados Unidos proveerá asistencia militar y económica para complementar los esfuerzos de dichos gobiernos (léase: para mantener el orden establecido). En suma, el propósito político del manual es la defensa de los intereses del imperialismo estadounidense por medio del asesoramiento y entrenamiento contrainsurgente de tropas de cipayos de la nación huésped.

A partir de esta proposición esencial, el manual cubre al detalle todas las facetas de la guerra contrainsurgente, monitoreada por los militares estadounidenses: las actividades previas a la misión intervencionista, los análisis preliminares, los permisos para el entrenamiento, el despliegue en la nación huésped, los programas de instrucción de las tropas, las operaciones tácticas, el control de las poblaciones, las operaciones conjuntas, las actividades posteriores a la misión, así como anexos que van desde consideraciones legales (sic), operaciones de inteligencia, fuerzas de autodefensa civil (paramilitares), establecimiento de bases, técnica de minas, etcétera.

Como en otros manuales comentados, este texto da importancia al barniz culturalista que los colegas antropólogos dedicados a la contrainsurgencia han aconsejado a los militares. Esto incluye una especie de manual de urbanidad con las reglas elementales de etiqueta y buen comportamiento para que los nativos no se sientan disminuidos, manipulados o discriminados por los asesores gringos, súbitamente transformados en políglotas, corteses, cuidadosos del multiculturalismo, las diferencias de género, y guardianes de las leyes y los hábitos democráticos que han aprendido recientemente en Irak o Afganistán, con el precio menor que esta educación ha costado en países destruidos y terroristas ejecutados, torturados, desaparecidos o mantenidos en prisión.

El manual no descuida el papel de la prensa y los medios de comunicación masivos en los esfuerzos contrainsurgentes, entre ellos, por supuesto, el Servicio de Información de Estados Unidos (USIA), al cual se le asigna la tarea de influir en la opinión pública de otras naciones en favor de los objetivos ya señalados de la política exterior de su gobierno, publicitando sus acciones, haciendo contra propaganda a las opiniones hostiles a Estados Unidos, coordinando las operaciones psicológicas abiertas bajo la guía del Departamento de Estado.

Otro aspecto a destacar del manual es la importancia que otorga al reclutamiento e integración de fuerzas paramilitares o irregulares como parte integral de la batalla contrainsurgente, componente clandestino que hemos denunciado en diversas ocasiones para el caso mexicano, que continúa teniendo un estratégico papel ahora con la acción de grupos del narcotráfico actuando como paramilitares.

También, el manual es muy claro en cuanto el involucramiento directo de fuerzas de combate estadounidenses, si la situación del gobierno de la nación huésped se deteriora a tal punto que los intereses vitales de Estados Unidos se vean en peligro y para hacer un decisivo cambio en el conflicto, el cual puede ser no sólo de naturaleza contrainsurgente sino también provocado por el narcotráfico. Este aspecto debe tomarse muy en serio para un análisis más responsable de la situación mexicana.

La acción de escuadrones de la muerte o grupos de matones es aprobada en el texto comentado, e incluso descrita con precisión y cinismo:

“Cazar-matar. Las fuerzas amigas pueden usar esta técnica (sic) en operaciones de consolidación… Ellas usan esta técnica de cazar y destruir enemigos aislados. El equipo de cazar-matar consiste en dos secciones: los cazadores y los asesinos. Los cazadores deben estar ligeramente equipados y altamente móviles. Su misión es localizar a las fuerzas enemigas mientras mantienen una comunicación constante con los ejecutores, quienes están alertas y listos para entrar en acción. Cuando los cazadores hacen contacto, éstos notifican a los asesinos.”

No cabe duda, los caminos de la “democracia a la estadounidense” son tenebrosos y fatales.

Recordemos que el Manual de Campo 31-20-3, Tácticas, técnicas y procedimientos de defensa interna para las fuerzas especiales en el extranjero, parte de la premisa subyacente de que Estados Unidos tiene una misión que cumplir en el ámbito mundial, que es la salvaguarda de los intereses de ese país frente a las amenazas consideradas de “menor escala” –que las relacionadas con la confrontación Este-Oeste–, como el terrorismo, la subversión, la insurgencia y el tráfico de drogas.

Esta tarea planetaria, heredada de las nociones del “Destino Manifiesto” que otorgan a ese pueblo escogido por la Providencia el derecho de expandirse fuera de sus fronteras, supuestamente en nombre de la libertad y la democracia, hace necesaria la elaboración de incontables manuales destinados al aprendizaje de sus fuerzas especiales para conducir la guerra contrainsurgente a cualquier oscuro rincón del mundo (Bush dixit) donde “el desorden interno sea de tal naturaleza que constituya una amenaza significante a los intereses nacionales de Estados Unidos”.

El manual no se distingue por la profundidad del análisis histórico, sociológico o político, el cual es sustituido por maniqueos recetarios que pretenden pasar por científicos y que conforman, en realidad, un conjunto de categorías clasificatorias de orden práctico que guíen la acción de sus fuerzas armadas. Así, se define a la insurgencia como “un movimiento organizado con el propósito de derrocar un gobierno constituido a través del uso de la subversión y el conflicto armado”. Los politólogos-sociólogos al servicio de la guerra contrainsurgente concluyen sesudamente que hay siete elementos comunes a toda insurgencia: “liderazgo, ideología, objetivos, ambiente y geografía, fases y tiempos (del desarrollo del movimiento), apoyo externo, y patrones operativos y organizativos”. También, se sostiene que hay tres estrategias generales de la insurgencia: el foco o foquismo, la orientada hacia las masas y la tradicional, clasificando a la insurgencia “liderada por Castro y el Che Guevara” en la primera, Vietnam en la segunda, y la rebelión de los huk en Filipinas, en la tercera.

Aprendiendo de sus derrotas militares –como la sufrida en Vietnam–, que por cierto nunca son mencionadas como tales en los manuales estudiados, se insiste en que la misión primordial de las fuerzas especiales en la defensa extranjera externa es organizar, entrenar, aconsejar y desarrollar la capacidad táctica y técnica de las fuerzas militares de la llamada “nación huésped”, de tal manera que éstas puedan derrotar a la insurgencia “sin el involucramiento directo de Estados Unidos.” Esto es, se pretende que los costos humanos, materiales y todo el impacto de la guerra los pague la “nación huésped” y que los ejércitos de nuestros países cumplan con las directrices represivas de Estados Unidos en contra de toda la gama de los movimientos sociales que siempre pueden ser considerados como accesorios o cómplices de los insurgentes. La “guerra contra el narcotráfico” en México, por ejemplo, que contabiliza en cinco años más de 50 mil muertos, miles de desaparecidos y una agresión permanente contra los movimientos populares, ha sido impuesta por Estados Unidos y llevada a cabo por Calderón, presidente espurio de la “nación huésped”, sin que ese país sufra en lo más mínimo las consecuencias de la misma.

El manual especifica que la “nación huésped” siempre puede obtener equipo de Estados Unidos para enfrentar la amenaza interna a su seguridad causada por individuos sin ley, como los narcotraficantes, que en el caso mexicano se plasma en la Iniciativa Mérida. Lo que no se informa en el documento es que el gobierno de ese país también suministra armas a los propios “individuos sin ley”, e incluso lava el dinero de sus operaciones criminales, como se ha venido documentando en nuestro periódico, porque la guerra es instrumental a la estrategia estadounidense de tomar el control de la “nación huésped”.

Coalición es otro de los eufemismos que el manual adopta para encubrir mediáticamente las incursiones neocoloniales de Estados Unidos y sus aliados europeos, como las llevadas a cabo en Irak y Afganistán. Hacer realidad el apoyo a estas coaliciones es una tarea adicional a ser estudiada por las fuerzas especiales estadounidenses, para lo cual se considera muy importante una comprensión profunda del área (a ser invadida) y de la gente que ahí viva, “orientación regional, conciencia cultural y habilidades en el manejo de otras lenguas, son necesarias para cumplir exitosamente la misión”.

El manual cuenta con un apéndice sobre consideraciones legales que especifican que las operaciones de las fuerzas especiales deberán ser conducidas de acuerdo con las leyes internacionales y las que rigen en territorio estadounidense. Se mencionan específicamente las cuatro Convenciones de Ginebra de 1949, que proveen la fuente primaria de derechos y obligaciones de las personas involucradas en conflictos internos, o no internacionales, que demandan un trato humanitario a los prisioneros, heridos y enfermos, y que prohíben el uso de la violencia en cualquiera de sus formas, en particular, el asesinato, la mutilación, la tortura, los tratos crueles y degradantes, la toma de rehenes, las ejecuciones extrajudiciales y los juicios sin el debido proceso. Estos exhortos resultan retóricos y profundamente contradictorios con las realidades de crasas violaciones a los derechos mencionados en las innumerables guerras contrainsurgentes y operaciones encubiertas llevadas a cabo en el mundo entero por las fuerzas armadas estadounidenses. Además, el apéndice recomienda la búsqueda de un acuerdo internacional que garantice la inmunidad diplomática para sus tropas en los países donde están “estacionadas”. Esto es, impunidad total para el ejercicio efectivo del terrorismo global de Estado.

La futurología de los estrategas estadounidenses

Los estrategas militares y de espionaje de Estados Unidos tienen una adición a la futurología que se manifiesta en su propensión a imaginar, acorde supuestamente a las realidades actuales, como será “su” mundo en el año 2030, por ejemplo. Recordemos las predicciones de los informes llamados “Tendencias Globales” que producen los “tanques pensantes” a sueldo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y sus múltiples organismos asociados, que constituyen materiales de lectura obligada para la “batalla de las ideas”, ya que en ellos se reflejan las peculiares perspectivas, temores, fobias, racismos, amenazas, sicopatías y, sobre todo, los intereses e ideologías imperialistas de sus autores. David Brooks informó sobre el último de estos escritos en nuestro periódico La Jornada, destacando la proyección del colapso “rápido y repentino” de México, “Estado débil y fracasado”, como uno de los mayores peligros mundiales a futuro (La Jornada, 16 de enero).

Se trata de un texto de 51 páginas elaborado por el Comando Conjunto de las Fuerzas de Estados Unidos con el título de JOE 2008 (Junta Operativa Ambiental). El propósito del estudio es informar del desarrollo conjunto de conceptos y experimentación a través del Departamento de Defensa y proveer una perspectiva sobre tendencias, reacciones, contextos, e implicaciones hacia el futuro a comandantes de la fuerza conjunta y otros líderes y profesionales en el campo de la seguridad nacional.

En su breve prólogo, el general del Cuerpo de Marines y comandante del Comando Conjunto de las Fuerzas de Estados Unidos, J. N. Mattis, enfatiza que nadie tiene una bola de cristal pero “si no tratamos de avizorar el futuro, no hay duda de que nos sorprenderán desprevenidos en los momentos en que nos esforzamos para proteger este experimento en democracia que llamamos América (sic).” Por ello, JOE 2008 es “nuestro esfuerzo por mirar más allá, informado históricamente, para discernir lo mas acertadamente los retos que enfrentaremos en el nivel operativo de la guerra, y para determinar sus implicaciones inherentes.”

El texto cuenta, además de una introducción, de seis partes: I.- Las constantes. II.- Las tendencias que influyen la seguridad del mundo. III.- El mundo en su contexto. IV.- Las implicaciones para la Fuerza Conjunta. V.- Algunas cuestiones de fondo. VI.- Pensamientos conclusivos. El informe, como la gran mayoría de los manuales de contrainsurgencia y otros escritos de militares estadounidenses, cuanta con epígrafes para el inicio de cada sección --generalmente de filósofos chinos o griegos— que sintetizan alguna de las ideas fuerza y pretenden demostrar que además de matones profesionales al servicio de su país y el capitalismo, los autores han pasado por alguna universidad, o siguen al menos las reglas esnobistas de la academia.

La introducción deja claro que para los militares estadounidenses lo más predecible del futuro cercano es el conflicto bélico: “La guerra ha sido el principal impulsor del cambio a lo largo de la historia y no hay razón para creer que el futuro será diferente en este aspecto. No cambiará la naturaleza fundamental de la guerra. La guerra continuará primariamente como un esfuerzo humano.” Con este marco de referencia sobre el significado “progresista” de la guerra, el documento examina tres interrogantes: 1.- ¿Que tendencias y disrupciones futuras serán las que más afecten a las Fuerzas Conjuntas? 2.- ¿Cómo estas tendencias y disrupciones podrían definir los contextos futuros para operaciones conjuntas? 3.- ¿Cuáles son las implicaciones de estas tendencias y contextos para las Fuerzas Conjuntas? Explorando estas tendencias, contextos e implicaciones, el texto provee las bases para pensar el mundo en los próximos 25 años.

Ya que los estrategas consideran que la guerra forma parte esencial de la naturaleza humana, la mejor forma de entender ésta es a partir de una cercana consideración de la historia. Así, la discusión inicia con el argumento acerca de la naturaleza de la guerra, las causas y consecuencias del cambio y las sorpresas, y el papel de la estrategia. La segunda parte describe algunas tendencias, discontinuidades y puntos potenciales de conflicto que las Fuerzas Conjuntas pueden enfrentar. La parte tercera analiza cómo estas tendencias y rupturas se combinan en contextos que podrían definir las operaciones conjuntas para los próximos 25 años. La cuarta parte describe las implicaciones de estos contextos que las Fuerzas Conjuntas confrontarán en el futuro incierto y sugiere la creación de una fuerza que pueda estar preparada para los retos que estos contextos presentarán. La parte quinta expone preguntas claves acerca de temas que pueden caer fuera del enfoque tradicional de este estudio, pero que sin embargo tienen importantes implicaciones para el futuro de las Fuerzas Conjuntas.

El informe-predicción sostiene la idea de que en muchas partes del planeta “existen actores no racionales, al menos en nuestros términos”. De hecho los militares dividen el mundo entre los que usan la razón (ellos, los estadounidenses) y quienes son presa de la pasión y se mantienen “fuera de los límites de las convenciones del mundo desarrollado”: los del “machete” y atacantes suicidas, los que están “ansiosos de morir”. “La tensión entre cálculos de poder de política racional, en una parte, y las ideologías seculares o religiosas, en la otra, combinadas con el impacto de la pasión y el azar, hacen de la trayectoria de un conflicto dificultoso sino imposible de predecir…En un mundo donde las pasiones dominan, la utilización de una estrategia racional viene a ser extraordinariamente difícil.” ¡La ardua carga del hombre blanco!

No podía faltar en el documento recientemente hecho público JOE 2008 (Junta Operativa Ambiental) del Comando Conjunto de Estados Unidos la perspectiva imperialista sostenida por los estrategas militares y políticos de ese país. A lo largo del texto no existe la menor duda de que sus fuerzas militares tienen en todo momento el derecho a intervenir en cualquier parte del mundo. Reiteran que “América (sic) retiene el poder de la ‘intimidación y de inspiración’. Continuaremos jugando (los militares) un papel principal en la protección de los valores que se originaron en la sabiduría y visión de nuestros arquitectos nacionales originales…Continuará la existencia de oponentes que tratarán de destruir la estabilidad política y negar el acceso libre a las comodidades globales de la economía del mundo. En este contexto, la presencia, alcance y capacidad de las fuerzas militares de Estados Unidos, con aliados de mentalidad similar, continuarán siendo llamadas a proteger nuestros intereses nacionales.”

Así, no existen límites para la acción militar estadounidense ni dudas acerca de las guerras convencionales y contrainsurgentes a emprender: “Como la discusión de tendencias y contextos analizados sugiere, el papel y las misiones de las Fuerzas Conjuntas incluirá la protección de la patria, el mantenimiento de las comodidades globales, la contención de enemigos potenciales y, cuando sea necesario, luchar y ganar conflictos que pueden ocurrir en el mundo…Entre ahora y los años de la década de 2030, las fuerzas militares de Estados Unidos se encontrarán casi con certeza comprometidas en combates. Esta participación puede ser en la forma de conflictos regulares mayores, o en una serie de guerras contra las insurgencias.”

Muy avanzado el documento, se especifica que el primer conjunto de problemas para el “compromiso mundial” de las fuerzas militares de Estados Unidos será logístico; “asociado con trasladar tropas a grandes distancias y suplirlas con combustible, municiones, partes para reparaciones, y sustento…La habilidad para hacerse de bases por la fuerza desde el mar o el aire puede ser el movimiento inicial critico de una campaña”.

Para mayor preocupación sobre los destinos de la humanidad, los estrategas militares piensan lo impensable: “ataques a intereses vitales de Estados Unidos por adversarios implacables que se rehúsen a la disuasión, podría involucrar el uso de armas nucleares u otras Armas de Destrucción Masiva.” Aquí cabe señalar que ningún otro país ha utilizado las armas atómicas, a excepción de Estados Unidos en 1945 en su guerra contra Japón, lo cual torna más amenazante esta mentalidad castrense.

Los militares estadounidenses otorgan una gran importancia a la lucha ideológica en el campo de la información como arma estratégica y política: “las guerras modernas tienen lugar en espacios más allá de simplemente los elementos físicos del campo de batalla. Uno de los más importantes son los medios, en los cuales “la batalla de la narrativa” ocurrirá. Ya nuestros enemigos han reconocido que la percepción es tan importante para su éxito como el evento mismo…Al final del día, la percepción de que ocurrió importa más, que lo que pasó realmente. Dominar la narrativa de cualquier operación, ya sea militar o de otro tipo, paga enormes dividendos. Fracasos en este terreno, mina el apoyo para nuestras políticas y operaciones, y actualmente pueden dañar la reputación del país y su posición en el mundo.” Estas consideraciones explican, por ejemplo, los estrictos controles y prohibiciones para que medios independientes hagan su trabajo en Irak, Afganistán y ahora en la franja de Gaza, donde Israel ha puesto barreras a los medios para intentar ocultar el genocidio del pueblo palestino. A pesar de ello, la “narrativa” de lo que realmente ocurre en Irak, Afganistán o Palestina, por sus dimensiones dantescas y la perseverancia del periodismo comprometido, ha logrado traspasar las censuras castrenses y el trabajo diario de millares de comunicadores “incrustados” que hacen eco de las perspectivas imperialistas.

El informe JOE 2008 (Junta Operativa Ambiental) identifica a China como un competidor potencial militar en el futuro y “la más seria amenaza para los Estados Unidos, porque los chinos pueden entender a América (sic), sus fortalezas y debilidades, mucho mejor que los americanos (sic) entienden a los chinos. De Rusia, los estrategas critican que sus dirigentes han optado por maximizar el excedente energético, sin hacer inversiones de fondo que incrementen la producción de petróleo y gas a largo plazo; también ubican el potencial explosivo de conflictividad interna en el Cáucaso y en Asia Central, sus problemas demográficos y la “combinación peligrosa de paranoia –algo justificada considerando la historia de Rusia—nacionalismo, y amargura por la pérdida de lo que muchos rusos consideran como su derecho a un lugar como potencia mundial.” No obstante, “con su vasto e incrementado arsenal nuclear, Rusia se mantiene como una potencia en términos nucleares, a pesar de sus dificultades políticas y demográficas.”

Los militares estadounidenses observan con preocupación los sostenidos conflictos entre India y Pakistán por Cachemira y otras áreas en disputa, tomado en cuenta que ambos países tienen capacidades nucleares. Para el caso de Europa, el informe sólo le dedica cuatro párrafos, en los cuales reconoce su desarrollo económico, analiza su potencial militar y su compromiso con el Tratado del Atlántico del Norte, así como sus posibilidades para una más activa participación militar fuera de la geografía europea. Paradójicamente, y esto lo más notable del Informe, los estrategas estadounidenses no previeron la crisis económica que estaba en su narices.

Las guerras justas de Obama

A propósito de la evocación de Barack Obama del concepto de “guerra justa” al momento de recibir el inmerecido y desprestigiado Premio Nobel de la Paz, es necesario recordar a V. I. Lenin en su análisis de la primera guerra mundial1 en el que establece algunos criterios generales para el estudio del conflicto bélico: a).- condena las guerras entre los pueblos como algo bárbaro y feroz; b).- establece que cada guerra deberá estudiarse en su contexto y particularidad histórica; c).- distingue el lazo inevitable que une a las guerras con la lucha de clases en el interior de cada país; d).- reconoce la legitimidad, el carácter progresista y la necesidad de las guerras civiles que libran los oprimidos contra sus opresores, que más bien se adscriben en el derecho de los pueblos a la rebelión, la revolución y la resistencia; e).- emplea el término de “guerra justa”, que según él fue una expresión introducida por W. Liebknecht, cuando se refiere a las guerras de liberación nacional, o por la “defensa de la patria” sólo en el caso de Estados oprimidos, dependientes, menoscabados en sus derechos, que resisten a las grandes potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras; y f).- denuncia que las burguesías en sus guerras imperialistas manipulan los conceptos de “guerra defensiva”, “defensa de la patria” o “guerra justa”, para encubrir sus reales objetivos de repartirse el mundo y sojuzgar otras naciones.

Estados Unidos surgió como nación a partir de una guerra anti-colonial contra el dominio de la Corona Británica. A partir de este acontecimiento de singular importancia histórica, todas las guerras en las que ha participado este país, hasta la segunda guerra mundial, y después de ella, no han tenido la menor legitimidad: la guerra de exterminio y reducción de los pueblos indios que ocupaban el inmenso territorio despojado y expropiado a sus dueños originales; la guerra de 1812 contra Inglaterra, que fue un intento fracasado de anexión del territorio de Canadá a la Unión Americana; la guerra de conquista territorial (1845-1848) contra la joven república de México que logró la anexión de más de la mitad de su territorio buscada afanosamente por los “padres fundadores”; la guerra civil que determinó el rumbo industrial-capitalista de la explotación de las clases y pueblos oprimidos al interior de la nación; la guerra neocolonial contra España en 1898 en la que consiguió apoderarse de algunas de sus posesiones territoriales; de la cual derivó también la sangrienta guerra de ocupación contrainsurgente estadounidense en Filipinas de 1889-1913; la guerra imperialista (1914-1918) en que Estados Unidos incursiona por primera vez en Europa en la etapa final del conflicto; las numerosas intervenciones bélicas abiertas y encubiertas en América Latina como poder imperialista (en donde Sandino consiguió la primera derrota militar de Estados Unidos en la región utilizando la guerra de guerrillas); la guerra de Corea y Vietnam para contener la revolución socialista en esos países, por recordar algunos de los eventos más importantes.

Incluso, la participación de Estados Unidos en la segunda guerra mundial, se llevó a cabo con la perspectiva de minar al máximo a la Unión Soviética, contener el avance de los comunistas en Europa, y establecer finalmente sus dominios imperiales en el ámbito mundial después de la derrota del eje Alemania-Japón-Italia.

Es necesario señalar la responsabilidad manifiesta de Estados Unidos, Inglaterra y Francia en el estallido de esta guerra, al estimular y permitir el rearme de Alemania, al solapar el crecimiento vertiginoso de sus fuerzas armadas y al invocar neutralidad frente a las agresiones fascistas en Etiopía en 1935, a España en 1936, a Austria y Checoslovaquia en 1938 y a Polonia en 1939. El anti-sovietismo y el anti-comunismo estuvieron presentes a lo largo de la contienda bélica y fueron un factor subyacente en la singular conducción de la guerra por parte de los aliados occidentales de la Coalición anti hitleriana. El retraso en la apertura del Segundo Frente hasta el año 1944, cuando ya el curso de la guerra se había definido en el frente soviético, y la sistemática política de las “acciones pequeñas”, tenían por objeto lograr el desgaste e incluso la eventual derrota de la URSS. Durante el inicio y el desarrollo de la guerra, las clases trabajadoras integran la resistencia antifascista, esto es, la participación activa de los pueblos en la resistencia nacional y el peso de la Unión Soviética en la contienda, van cambiando la naturaleza misma de la guerra: de imperialista se transforma en una guerra popular, antifascista, cobrando de este modo el carácter de una guerra justa y necesaria hasta la derrota el eje nazi-fascista.

El “patriotismo estadounidense” se ha nutrido de una historia de genocidios, etnocidios, despojos y conquistas territoriales; se fundamenta en las nociones etnocéntricas y racistas de “pueblo escogido” por “la providencia” para expandir su dominio sobre el continente, en su primera etapa, y después en el mundo entero; en el “destino manifiesto” que dio forma ideológica al expansionismo territorial; en el intervencionismo permanente y sistemático sobre América Latina; en la conquista de territorios más allá de sus fronteras continentales por la acción directa de sus marines. Su patriotismo implica la idea del “policía mundial” que vigila el cumplimiento de su ley y protege sus intereses y seguridad “nacionales” por encima de cualquier otro; se alimenta de los mitos de “salvadores del mundo” propalados por la propaganda cinematográfica; los incansables Rambos matando comunistas, y ahora “terroristas”, en nombre de la justicia, la democracia y la libertad.

Otorgar el Premio Nobel de la paz a un comandante en jefe de matones y psicópatas es grotesco e inconcebible y no tiene justificación alguna. Obama ha incrementado el número de tropas en Afganistán, ampliado su intervención en Pakistán, amenazado a Irán y sofisticado la guerra de ocupación en Iraq ahora con la profundización de la ayuda de antropólogos mercenarios que indican las rutas culturales para romper las redes de la resistencia y comprar a iraquíes que maten a iraquíes; ha apoyado el golpe militar en Honduras con malicia e hipocresía; ha sostenido el bloqueo contra el pueblo y el gobierno de Cuba; ha continuado con la ocupación de Colombia a través de bases militares que amenazan a Venezuela y a Bolivia; todo ello, justificado por el derecho a llevar a todos los confines del mundo “la guerra justa y necesaria”… para las corporaciones capitalistas de Estados Unidos.

martes, 20 de marzo de 2012

Crónica de un viaje al epicentro de la tierra zapatista. Cap. I, II, III, IV y V

Capítulo Uno

En su loco, loco afán


Un 33,3 por ciento de las fuerzas leales del colectivo Proyecto Nedni (o sea, yo) fue comisionado para investigar, averiguar, buscar explicación, corroborar, reinvestigar o “para ver que chingaos pasaba” (sic, de que así fue la instrucción literal) con la rebelión zapatista y con los compas zapatistas allá en Chiapas, el epicentro del sismo revolucionario de 1994, que hizo temblar todas los cimientos, lámparas y conciencias, buenas y malas, de este malogrado mundo.

Hacía años que el silencio zapatista había permitido todo tipo de conjeturas y opiniones en torno a su evolución revolucionaria y esas conjeturas eran tan diversas que pasaban desde un desencanto total, hasta la fe ciega en sus acciones furtivas y clandestinas de su loco, loco afán por transformar al mundo en un lugar vivíble, armónico, chido, donde cupieran otros muchos mundos chidos. Cero gandallas.

Se leía, en los pocos comunicados del CCRI y del “Sup” Marcos, que los zapatistas estaban dedicados a consolidar el desarrollo de los caracoles, a resistir el hostigamiento de baja intensidad de los grupos paramilitares que atacan sin cesar a las comunidades y bases de apoyo zapatistas, denunciando cada evento ante la prensa nacional e internacional y a desarrollar una alternativa de rebelión pacífica llamada La Otra Campaña.

¡Los caracoles! Los famosos caracoles, cabezas de playa de una invasión ética-transformativa indígena e indigente hacia el resto de México (y del mundo), ahora se habían transformado en el objeto de estudio de Proyecto Nedni. No podíamos echarnos a llorar porque el periódico La Jornada ya no atendía con prontitud y amplitud las expresiones mediáticas del movimiento zapatista ni prestaba mucha atención a las hostilidades que el mal, malísimo y narquísimo gobierno, incrementaba día a día contra las comunidades rebeldes. Sí, los caracoles debían ser el lugar de este estudio, de este viaje al epicentro de la tierra y por eso el 33 por ciento del Proyecto Nedni, hecho la cucaracha, se dirigió sin cortapisas al lugar donde aún palpita el corazón de Zapata.

Para eso, ese mismísimo 33 por ciento, decidió elaborar una estrategia logística para llegar al lugar donde surgen las ondas sísmicas de este movimiento global, así que, como alma que lleva el diablo, se dispuso a cumplir con su misión y furtivamente se inscribió en la caravana de La Karakola que invitaba a través de Enlace Zapatista, un sitio de internet donde se comunican los zapatistas del mundo, a una visita al Caracol de La Garrucha para incorporarse a los festejos del 17 aniversario de la aparición pública del EZLN.

Ahí, en el camión de La Karakola, sumido en la clandestinidad, como moderno Sherlock Holmes, aunque sin Watson, su imprescindible asistente, el 33 por ciento se dispuso a realizar la labor investigativa y chismológica (es decir, periodística) que lo llevaría a cumplir su cometido con la premura y velocidad de un caracol supersónico.

Y pues bueno, para empezar la misión había que romper el cerco norteño de la delincuencia organizada y no organizada y corriendo en zig-zag a toda velocidad, entre un mar de balas de Cuerno de Chivo y matazones, ya de Los Zetas, ya de La Línea, ya de las fuerzas cuernícolas del Chapo Guzmán, hubo que atravesar el Norte Bárbaro para llegar a el País de los Chilangos, donde la gente de La Karakola me recibió con la alegría de un empresario de pompas fúnebres, ignorando que era el representante máximo de las fuerzas vivas de Mi General Francisco Villa y de la tierra de los narcotraficountrys, de Chihuahuita La Bella.

Y ahí empezó todo. Al subir al camión de La Karakola se rompió la desazón que me aquejaba cuando partí con los bigotes llenos de escarcha, al más puro estilo del Doctor Shivago, de las gélidas tierras del Desierto Chihuahuense, porque al guardar asiento, hasta mero, mero atrás, me encontré de pronto a otros simpáticos y sonrientes miembros potosinos (sin albur) de lo que después sería llamada La División del Norte y, juntos, emprendimos este mágico y misterioso viaje al lugar donde chocaban las placas tectónicas de la revolución ético- zapatista. Solo nos acompañaba la colección completa de los Rollings Stones. Cero toques eléctricos, cero chelas; estaba estrictamente prohibido por las Juntas de Buen Gobierno.

Fue un placer. El encuentro instantáneo con estos otros miembros divisionnortistas de San Luis Potosí llenó el hueco que Watson había dejado en mi vida investigativa y permitió conformar rápidamente a la División del Norte, que visitaba a los representantes modernos del Ejército del Sur. Después se incorporarían a esta división valiosísimos miembros de Querétaro e hijos de La Corregidora, para echar relajo entre las taciturnas y formales filas chilangas, poblanas, alemanas, etcétera, que se empeñaban en hacer de éste un viaje serio y aburrido y sin las emociones de los picantes chistes de Pepito y uno que otro de gallegos. La seriedad embargaba nuestro autobús.

A pesar de todo…prueba superada. En el asiento trasero del camión, subrepticiamente, la División del Norte se conformó y se encargó de aportar la cara chusca y bromista del viaje al lugar de la Revolución de los Pasamontañas y, después de eso, todo fue miel sobre hojuelas.

El viaje fue largo, muy largo, larguísimo, como la historia de los zapatistas.

Con las piernas engarruñadas, el camión parecía diseñado para transportar gente sin miembros inferiores, (piernas, para que no os confundais), llegamos a la maravillosa y cosmopolita ciudad de San Cristopher of the Chantes, capital del Reyno Coleto y después de un breve descanso y un vigoroso y callejero almuerzo de caldo de camarón que más bien parecía agua de caño con remojo de calcetín erecto, nos enfilamos hacía Ocosingo. Pero, ¡oh sorpresa!, al llegar a Ocosingo nos empaquetaron como viles sardinas. Unos parados, otros sentados en una diminutas banquitas y otros sentados arriba, como changos, en las redilas de dos pequeñas camionetas donde sufrimos toda clase de incomodidades debido al bamboleo insensante que dejó nuestros anteriormente suculentos y apetitosos traseros, convertidos en polvo.

–Esto no estaba en el guión, decían sin cesar los miembros de la recién formada División del Norte. Sólo las fuerzas chilangas, mexiquenses, argentinas, italianas, alemanas, colimenses y poblanas no emitieron ningún quejido, lo que nos conminó a no llorar más por el machacamiento de coxis y por los saltos que parecían querernos impulsar hasta a las ramas más altas de las enormes ceibas que observaban a nuestra caravana.

¡Hummm! El paisaje era sensacional, la selva acogía nuestra entrada con gran alegría de las aves que nos veían pasar y provocaba los más encontrados sentimientos entre los karakoles y las karakolas que ya no podíamos mover ni siquiera una pierna sin sentir terribles dolores en la tibia, el peroné y hasta en los tarsos y los metatarsos.

Y, ¡llegamos! Nuestra entrada al caracol fue apoteósica (no sé que quiere decir apoteósica, pero se oye genial para definir nuestra llegada), sólo los grillos se esforzaban por emitir sus mejores chirridos para alegrar un poco nuestro arribo y… el encuentro con los hacedores de la esperanza fue lenta y difícil. Un, "buenas noches", fue todo lo que les pudimos sacar.

Otra caravana estaba ahí desde endenantes y nos miraban como venidos de otro planeta. No nos amilanamos ni un ápice y bajamos nuestras maletas para disponernos a acomodarnos y dormir, para así poder reconstruir los tejidos musculares y óseos que habían sido macerados por “las redilas” en que llegamos.

Fue en ese momento cuando el señor Holmes (o sea, yo, otra vez), prendió su laptop cerebral para capturar cada uno de los movimientos que se realizaban en el caracol de la Garrucha, destino final de nuestro viaje.

Fue al otro día cuando nos estrellamos de narices contra el parabrisas de… Otro México.

Capítulo Dos

El Otro México


¡Era como una marabunta! Acabábamos de levantarnos; semidescansados, alegres y platicadores. Habíase levantado La División del Norte al grito de: ¡Hiiiijos de sú… Si, no se levantan temprano, menos se van a levantar en armas!, y bajo la severa y rígida batuta (sin albur) del General Ányol, alias El Guardabosques, jefe máximo de la famosa y valiente División; apenas tallábamos nuestros ojos y establecíamos pláticas con otros kompas karakolos cuando se presentó una increíble invasión a nuestro campamento. El cemento de la cancha de basketbol del Caracol de La Garrucha no había impedido que durmiéramos como troncos, pero el cansancio era el cansancio y…ante nuestros agotados, nebulosos y sorprendidos ojos, se presentó un espectáculo increíble. Una marabunta.

Era, literalmente, una marabunta. Como en un reportaje de National Geographic. Hormigas morenas diminutas. De vestidos de flores y pantalones raídos. Salían de todos lados. No nos habíamos percatado que estábamos a un lado de la escuela primaria del Caracol de La Garrucha. Eran hermosamente naturales. Pies descalzos. A veces huaraches. Muchas botas de hule. Morenas, casi igual de oscuras que el barro del lugar. A medida que se acercaban, se hacían más grandes. Enormes.

Rápido pasaron por enfrente de nosotros e invadieron la alta banqueta de la escuela y se acomodaron de manera libre y ordenada. Nos veían con interés, nosotros con sorpresa. Tranquilas y serenas, con sus ojos y sus antenas llenas de ilusión estuvieron ahí, observándonos. Era como una especie de antropología inversa, ellas nos estudiaban a nosotros. Eran como Levis Straus indígenas. Y nosotros éramos los sujetos de sus estudios infantiles de antropología. Nos sentimos desnudos. Usualmente los blancos estudiaban a los indios. Hoy, era al revés.

Casi media hora de estudio mutuo. Miles de conclusiones.

Luego llegó el promotor. Así llamaban los zapatistas a los maestros de sus escuela autónomas. De manera ordenada, entraron en sus salones. Justo al cruzar el umbral de la puerta, todavía, nos lanzaban la última mirada clandestina. Habían llegado media hora antes y guardado riguroso orden. Era 28 de diciembre. En el resto del país los niños estaban de vacaciones.

Caminé por la banqueta de la escuela empuñando un rico café orgánico zapatista, para ver si lo chingón se pegaba por ósmosis, (perdón por el exabrupto de lo chingón, pero así lo pensé y no me voy a autocensurar, mal haría) y, como no queriendo la cosa, pasé por las ventanas de los salones. Fingía observar con atención a los viejos murales de sus paredes: sus emilianos zapatas, sus flores, sus seres humanos con pasamontañas, su ejemplo. Su lucha.

Que diferencia a la guardería donde llevaba día a día a mi hija Nedni, cuando era pequeña, entre Mickey Mouse y Winnie Puh saturaban todas las paredes que los niños veían cada segundo. Ya en el kínder, Blancanieves era la machín de sus muros coloridos.

Me dije a mí mismo: Si Anton Makarenko (aquel gran pedagogo ruso) se paseara por aquí, se pondría de rodillas ante este proyecto alternativo de pedagogía zapatista, ante este nuevo proyecto de las ciencias pedagógicas y Piaget se habría quedado chiquitito, como una pulguita.

Pero… ¡Oh!, extrañaba a Watson, (recuerden que sigo siendo Cherloque Jolms, en su versión mexicana), para decirle: “Elemental, mi querido Watson, ahora sabemos con exactitud qué es lo que hacen los zapatistas mientras están en paz. Están construyendo otra educación. La educación de la igualdad. Porque ahí, en La Garrucha, todos los niños eran iguales. Como una marabunta colectivizada. Como antes.”

Lección número uno.

Apunté todo esto mentalmente en mi laptop neuronal.

Seguí dando vueltas a los salones. Veía y veía. Los antropologuitos estaban en clase, ahora no me podrían estudiar, me dije, y aproveché al máximo a mis treinta y tres neuronas sanas.

¡Hummm!, me dije. ¡Hummm!, me volví a decir: éste es otro México.

No cabía duda. Décadas de educación pública dirigida por Jongitud, Elba Esther y Televisa, por la línea antiética y gangsteril más brutal de la historia, habían hecho añicos nuestra educación pública. Cualquier pedagogo medianamente inteligente podría ahora comprender cómo será nuestro futuro México en términos de educación. Lo discutimos profundamente en La División del Norte. Todos coincidíamos. Ányol se acariciaba la barba mientras nos daba una cátedra de la educación zapatista. Javier, pensativo, advertía que esperaba emitir su análisis en San Cristóbal de las Casas, decía, frente a un espumoso y amargoso vaso de cerveza. Chucky, un primo lejano de Charlie Brown, filmaba cada segundo del viaje, ya con su cámara, ya con sus ojos. Ányol (Angel, en inglés) seguía acariciando su barba nostradámica y de pronto, como surgida de la nada, Gema, nuestra más reciente adquisión, nuestra antropóloga particular y divisionista de corazón, se encargó de explicarnos lo que eso significaba para un nuevo país. Nos hablaba de las teorías de un tal Boenaventura De Souza, de un Pablo González Casanova y de un tal Luis Villoro, que nos hablaban de otros mundos venideros, y así, como niños, nos fue llevando por la mano de la comprensión.

La División patinó en la arena con las explicaciones de Gema. La marabunta y Gema habían roído nuestras bases teóricas y científicas. Había que elaborar una nueva teoría metafísica, al más puro estilo de Kant. Nos enfrentábamos a un nuevo problema analítico-dialéctico-universal. La División era medio tonta en este aspecto, por no decir que pendejona, y tuvimos que ir con el resto de la caravana a continuar nuestras consultas con nuestras computadoras humanas: Nicasia, María Luisa, Miranda (un apetitoso bombonsote argentino que nos envió nuestra amiga Cristina Fernández, amor platónico de nuestro querido jefe Ányol, Miranda, no Cristina), los chilangos del alma adorados, nos ayudaron más: Laurita (ay, Laurita), Axayáclatl y un nuevo ser extraño, activo e italiano, Lidia, dieron luz a nuestras teorías. Nuestros queridos chilangos y la hermosa Lidia, que ya habían estado ahí varias veces, nos explicaron los pormenores de la nueva educación zapatista.

Ya bien instruido por todos estos análisis, me atreví a visitar la escuela otra vez. Anduvefooling around por la banqueta y de reojo observaba a las hormigas quienes estaban enfrascadas en su clase, sacando y mordiendo su lengua como Manolito, el de Mafalda cuando contaba el dinero. Me hice güey (o sea, fooling around, para los que no saben inglés) por diez minutos. Todavía me atreví a interrumpirlos para pedirles una pelota de basketbol. Causé revuelo, hablaban rápidamente entre sí, en zotzil, o tzeltal, no sé. Ellos la llamaban balón. El maestro detuvo la confusión. Luego me prestaron el balón, los lenguajes se comunicaron y penetré, por unos segundos, hasta el epicentro de la pedagogía zapatista.

Y sí, era otro México.

¡Ay, si Makarenko viviera!, escribiría otro poema pedagógico. Seguro.

Capítulo Tres

¡Hay charlies por todos lados!


Ésa fue la expresión más famosa e impactante en el Pentágono cuando los pilotos de los helicópteros estadunidenses, en 1973, creo, cuando al intentar establecer una cabeza de playa en la selva, en la frontera de Vietnam del Sur y Vietnam del Norte, en la Colina 429, cuando ya andaban, literalmente, “valiendo queso” ante un pueblo pobre, feo, flaco, invadido y rociado con Napalm, vieron a tres de las primeras naves llenas de soldados ser derribadas por los sudvietnamitas. Una tras otra. Los atacaban de todas partes. Contra las órdenes de sus superiores, los pilotos se negaban a aterrizar y regresaban a la base, so pena de sufrir una acusación muy grave. Pero es que, había charlies por todos lados.

La debacle militar y las manifestaciones hippies contra la guerra, (apoyadas fuertemente por John Lennon, pero no por Paul McCartney) obligaron a la Casa Blanca a retirar a su invasor ejército totalmente derrotado por los charlies. Gente pobre y menospreciada por los imperialistas, ¿cómo podrían unos arroceros desarrapados y amarillos vencer al ejército más poderoso del mundo con quinientos mil Rambos y con miles de toneladas de bombas de Napalm? El gobierno de los Estados Unidos aún no entendía que era todo el pueblo sudvietnamita quién se había rebelado y había decidido correrlos de su tierra. Trataban de justificar su vergonzosa derrota diciendo que el comunismo, Rusia y China los apoyaban.

¡Hay charlies por todos lados!, repetía sin cesar el canal History Channel cuando describía este hecho; las manifestaciones de los hippies por el retiro del ejército norteamericano, remarcaban la imagen.

Ésa fue la primera cosa que recordé al hacer mi primera incursión a la selva que rodeaba al Caracol de La Garrucha. Les contaré…

Apestábamos a león africano junto con león de la montaña y camello sin baño trimensual y la fila para entrar al único baño común era enorme. Horas nos tomaría. Así que la valerosa División del Norte, conformada por el popular General Ányol, por Javier, por el Jimmy, un extraordinario chilango de cepa, por Chuky, un primo lejano de Charlie Brown (más adelante les publicaremos algunas fotos para que vean que sí se parece a un primo lejano de Charlie Brown) y un servidor, iniciamos otra peligrosa misión; solicitamos permiso en la puerta del caracol para ir a un arroyo cercano a la población a proporcionarnos una merecida aseada corporal, el cual conseguimos no sin aprietos. No todos los habitantes de La Garrucha eran zapatistas y eso podría implicar problemas, por nuestra presencia. No obstante, con todas las precauciones conseguimos el permiso. Nos explicaron que había un acuerdo entre zapatistas y no zapatistas para no molestarse. Eran días de celebración. ¡Podéis ir en paz!, nos dijeron.

El camino era barroso y resbaloso en extremo, varias veces pudimos haber besado el piso pero nuestro extraordinario equilibrio y nuestra condición atlética lo impedía. Llegamos al arroyo y exploramos el lugar para buscar un espacio adecuado para nuestras necesidades bañeriles. Al caminar por el barranco del arroyo, Jimmy resbaló y cayó con toda su humanidad hasta el fondo, bajo gran estrépito. ¡Sopas!, nomás se oyó. Y saltó agua para todos lados. Eso fue causa de muchas anécdotas en el campamento. El agua estaba fresca para meterse de cuerpo entero así que procedimos a lavar fragorosamente solo cabeza, pies, axilas y genitales de manera rápida. Temíamos que de repente llegaran las guapas y apetitosas argentinas y se enamoraran de nosotros al vernos desnudos. Nuestros calcetines ya se paraban solos. Terminamos, y fue entonces que caminamos un poco más adentro de la barrosa vereda y miré la selva en todo su esplendor. Varias imágenes vinieron a mi mente.

Y ahí fue donde comprendí porqué Salinas de Gortari había decidido detener el fuego y buscar una negociación con los zapatistas, a doce días de la inesperada irrupción del zapatismo en México, el primero de enero del año de 1994, hacía justamente 18 años. Cuando la tierra empezó a temblar.

¿Cómo poder correr por ahí con un montonón de bravos y enojados zapatistas pisándoles los talones y bajo una nube de balas calibre 22, las nuevas flechas indias, y cientos de rayadas de madre en perfecto español, zumbando junto a sus oídos, entre aquella inexpugnable vegetación y con las botas militares con una enorme plasta de 5 kilos de barro adherido a cada una de sus suelas? Imposible. Hubo infinidad de deserciones en el ejército, entonces.

Recordé, por añadidura, aquella vieja entrevista donde el Sup Marcos insistía en que se le preguntara por detalles militares del levantamiento. Recordemos que aquella vez, Marcos dijo al entrevistador que “apenas ellos iban a entrar hacia donde queríamos que entraran, cuando se acordó un cese al fuego y para cumplir la enorme petición pública de paz de la Sociedad Civil, bajamos las armas para dialogar con el mal gobierno”. Palabras más, palabras menos.

Así que al plantearlo ante de La División del Norte, pensamos que esa densidad impenetrable y sin fin de la Selva Lacandona, hacía difícil a los soldaditos de Salinas moverse entre la vegetación para enfrentar a los charlies zapatistas y eso lo obligó a detener el ataque. Los “Kool-aids de paquetito” no van a la guerra, dicen en mi rancho.

La caída de Jimmy, un chilango de cepa, nos advertía por qué los rebeldes zapatistas usaban botas de hule para poder caminar entre el lodo arcilloso del lugar. Los militares no iban a cambiar sus botas de piel por unas de hule. ¡Uff!, ¿cómo se vería el glorioso ejército con aquellas botitas de hule? Me duele la panza de la risa, sólo al imaginarlo. Pero, fuera de bromas, en ese tiempo, este hecho, el usar botas de hule y llevar rifles de palo, fue objeto de acusaciones absurdas contra los zapatosos. Quesque eran financiados, uniformados y manipulados por fuerzas extrañas, quesque por Salinas, quesque por Fidel Castro. Solo les faltó decir que por el mismísimo diablo.

Pero fue eso, la espesura de la selva que impedía el movimiento de las tropas en aquel entonces, el barro resbaloso de Jimmy y que había charlies por todas partes, eso fue lo que me hizo recordar la guerra de Vietnam, cuando caminaba entre la vegetación y la vereda se acabó.

Tal vez por eso se diga que los Estados Unidos ordenaron a Salinas el cese al fuego. Después de Vietnam, los estadunidenses le soplaban hasta al jocoqui. Así que podría ser... podría ser que la orden viniera de allá. El miedo no anda en burro. Y Salinitas, el orejón, era dócil y genuflexo (por no decir que columpinado) ante los poderosos gabachos.

Y sí, señores y señoritas, por eso el gobierno ha evitado la confrontación frontal con el EZLN y se dedica a atacar de manera soterrada y tangencial a las bases de apoyo zapatistas, porque la selva es inexpugnable, y es su territorio.

Y hay charlies por todos lados. Neta, los vi hasta en San Cristóbal, capital del Reyno Coleto. Los vi en choferes de taxis, en extranjeros hasta para tirar para arriba que no dejan solos a los zapatistas, en empleados de los cybercafés, en mercaderes, en amas de casa, en guapas chilenas y españolas y, muy especialmente, los vi en el Centro de Rehabilitación Número 5. Después os lo contaré (preparen sus peores lágrimas y sus más profundos sentimientos de indignación). En Chiapas, el levantamiento fue una bofetada a la conciencia. Sacudió muchas. Muchos comprenden ahora quien tiene la razón. En el resto de México todavía se cree lo que dice Televisa.

Pero información mata mentira. Para eso somos los reporteros de guerra (en tiempos de paz).

La paz pedida por la sociedad civil había sido rigurosamente cumplida por los zapatistas a pesar de Acteal y a pesar de la guerra de baja intensidad denunciada a nivel mundial por los charlies periodistas de todo el mundo, que informan sin ambages los paleolíticos actos de los tres gobiernos, y los zapatistas aprovechan esa paz para experimentar la creación de un mundo donde, dicen, quepan muchos mundos. Eso es lo que hacen los zapatistas, plantear un nuevo modelo de nación. Donde la educación y la ética sean fundamentales para la construcción del futuro. ¿De qué otro modo podremos deshacernos de los mentirosos y ladrones funcionarios actuales? Ni con agua hirviendo.

La Revolución de la dignidad, han llamado a la resistencia zapatosa.

Lección número dos.

Favor de tomar nota. Yo creo que lo que los indígenas zapatistas plantean es unarevolución de la ética. Hay que buscar esta palabra en el diccionario para entenderles (sirve que aprendemos algo para enseñarles a nuestros hijos). Hay que leer aquel terrible texto leído por el Comandante Zebedeo, en el “Honorable” Congreso de la Unión y las cartas de Marcos a Luis Villoro. La cultura indígena no concibe la mentira.

Y sí, de eso comentábamos en La División cuando ya, limpios, regresábamos del arroyo y ya con Jimmy repuesto del santo madrazo que se había dado. Me acordaba y hasta a mí me dolía. Pero Jimmy era fuerte y hacía como que no. Su respiración delataba que podría traer dos costillas fracturadas, pero no paraba de hablarnos de la belleza de las ruinas de Palenque.

Antes de entrar al caracol, concluimos que la paz servía para que los zapatistas intentaran reconstruir las bases éticas, políticas, sociales, económicas y jurídicas de un nuevo país. Y, tal vez, de otro mundo.

Sí. Porque hay charlies en Italia, en España, en Grecia, en Argentina, en Japón, en Alemania, en Noruega, en el DF, en San Luis Potosí, en California, en Chihuahua, en Siria, en Palestina, en Juárez, en Cuba, en Nueva York, en Wall Street, en la plaza Tahrir… y no dejan aterrizar cómodamente a los helicópteros del capitalismo.

Tan, tán.

Capítulo Cuatro

Que tiemble Lenin, otra vez


Pobre Lenin, apenas se reponía de la terrible tembladera que le dio cuando su tocayo Vladimir Putín, (con acento), trató de sacarlo del Kremlin. Con todo y sarcófago. Apenas lograba soportar los himnos del nuevo zar, (pero de la mafia rusa) y volvía descansar un poco cuando, ¡oh, desgracia!, volvían otra vez los gatos a la azotea, a despertarlo de su sueño celestial.

Cuantos textos, cuantas teorías, cuanta revolución. Y aún no lo dejaban dormir en paz. Pero ahora era diferente. Él había dicho que algunas de sus teorías serían mejoradas. Total que, dos de sus postulados más importantes de la formación del nuevo estado, para evitar que los funcionarios gozaran de privilegios y que el poder se convirtiera en botín, eran puestos en duda.

Pobre Lenin.

Volver a despertarlo para discutirlo, no debe ser nada cómodo. Pero el zapatismo lo ha logrado. El funcionamiento de la Junta de Buen Gobierno de La Garrucha logra cuestionar apartados fundamentales del comunismo viejo. Despierten, ¡oh, intelectuales de izquierda!, éntrenle al toro, los intelectuales de derecha están de vacaciones, (claro, tienen empleo), no se darán cuenta, (ni entenderán). Otros están dando clases a Peña Nieto. La revista Nexos se publica hasta febrero.

Lenin decía que para evitar esos males propios del capitalismo en un nuevo estado (hasta el idiota de Stalin va a despertar con esta discusión) había que pagar el sueldo de un obrero a los funcionarios y hacerlos removibles a la menor queja.

Habría que recurrir a los viejos y polvosos textos para recordar esto. Pero el hecho de que los funcionarios del gobierno caracoliano no devengaran ningún sueldo y comieran exactamente lo mismo que todos, frijoles y tortilla dura con café, y que además fueran removidos cada diez días superaba, incluso, lo que Lenin planteaba.

Creo que sí. ¿Cómo acumular poder?, ¿cómo enamorarse de un hueso? Y los letreros en todos lados de: "Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece", ponían en jaque hasta el mismo centralismo democrático de Lenin. Había que hacer una visita a la Junta de Buen Gobierno para averiguar esto. Para eso era Sherlock Holmes. Y la telaraña se fue tejiendo, fina. Cartas marcadas.

Con el pretexto de cargar mi teléfono celular para tomar algunas fotos, conocí a algunos zapatistas, funcionarios del caracol. Me percaté de que su frialdad, el día en que llegamos, su lacónico buenas noches, obedecía a que ellos también eran extraños en el lugar.

Parece extraño pero sí, eran tan extraños como nosotros, sólo que ellos hablaban tzotzil (o tzeltal) y tenían ocho días ahí. Venían de otras comunidades, a cumplir con un cargo que sus asambleas habían determinado que cumplieran. Así que, no había sido desdén, el día de nuestra llegada, sólo nos observaban. Tampoco encontraban la forma de sacar conversación. Eran caracoles y no tenían ninguna prisa, esperaban que nos acomodáramos y nos conociéramos entre nosotros, para después conocernos ellos, para ver que había de bueno.

Claro que les dio gusto cuando nos vieron llegar, claro. Pero, ¿cómo expresarlo? Y nosotros, cierto, también intentábamos conocernos a nosotros mismos. Los caracoles son espirales, había que recorrer el esquema hacia el centro. No había prisa. Eran caracoles, repito, y podían derrapar peligrosamente en el cemento si se aceleraban demasiado. Las cosas eran muy importantes para tomarlas con prisa.

Pero al fin los conocí, ahora volví con el pretexto de recoger mi teléfono para oír a los Rolling Stones. Ellos ni siquiera sabían quién era Mick Jagger ni habían oído Satisfaction, pero vieron una excelente oportunidad para establecer plática con uno de los recién llegados. "¿Veamos qué trae este ser extraño y provocador?", se decían en tzotzil (o tzeltal), y me hablaron del capitalismo y de los malos gobiernos; yo, como Leonardo Fabio, les hablaba de que había cortado una flor, de aves e insectos. De tucanes y trogones. De escarabajos enojones. Buen estudio. Pasé el examen y platicamos de manera libre.

Hablamos de la ecología, de la necesidad de defender el ambiente, pero con conocimiento de causa, de la importancia de la educación ecológica para la marabunta. Les hablé de las posibilidades del barro y del necesario inglés. "Sí", me decían, con la voz gruesa. "Vienen gringos y nomás nos vemos. ¿Y luego?", les dije. Les invito a que me inviten a que venga a ayudarles en esos temas, tengo mucho qué dar. Les gustó la idea, se hablaban entre sí, para explicarse las cosas que yo decía. Aprobaban con la cabeza.

Después de todo, mi función en Proyecto Nedni era la de desarrollista, de naturalista, no la de reportero. Me obligaron a serlo, pero había que aprovechar el momento revolucionario para impulsar proyectos personales de orientación pedagógica-ecologista-revolucionaria.

Le platiqué rápidamente a mi amiga Fabis. Ésta me animó a ver a la Junta.

Noooombre, le dije. Ni loco. Me daba pavor.

Bastaron dos cafetazos madrugadores en la cocina del caracol y más y posteriores pláticas con los cafeteros presentes a las cinco de la mañana, donde hablamos de la posibilidad del barro. De la necesidad de estudios de aves, plantas e insectos y hasta del idioma inglés. Me animé. Mi terapeuta Fabis había hecho su trabajo. En un ataque de valentía (y había que aprovechar estos cada vez más escasos ataques), solicité entrar con la Junta. Y los vi. Eran jóvenes. Sonrientes. Segunda generación. Con sus ojos astutos y amigables (eeeestos si eran antropólogos inversos), el estereotipo de La India María se quebró como una burbuja, ¿quién dijo que los indios son tontos? Los convencí de las bondades científicas y pedagógicas de la propuesta.

Quedamos buticompas, (es un decir). Y al otro día acudí por la respuesta y… para mi sorpresa ¡¡¡la junta había cambiado!!!, cambiaban cada diez días. Ni Lenin.

Ese desaguisado me indicaba que había, en ello, una nueva propuesta para impedir el abuso del poder. ¿Cuál sueldo de obrero? ¿Cuál remoción ante la primera queja? La radicalidad de los indios (americanos, deberíamos de decir) iba más allá de lo comprensible, incluso para quiénes habíamos leído algunos textos leninistas en nuestra época universitaria y sabíamos un poquitín de las leyes de la dialéctica.

Lenin dijo que sus teorías podían ser superadas, pero no conoció a los indios. Y debe estar inquieto por saber que pasa con esas teorías, y… por qué Putín, (con acento), se ha postulado para presidente de Rusia, otra vez.

Capítulo Cinco

Chomsky


Cuando se publicó por primera vez el artículo “¡¡¡Hay charlies por todos lados!!!”, un amigo me puso una defecada terrible. Cruel. No me bajó de ignorante. Y, como decimos en el rancho en estos tristes casos, me dejó como "palo de gallinero". Bueno, me dijo hasta "pendejo".

Tuve que consultar a un sicoanalista.

–"Y sí, por supuesto que tiene razón", me dijo el sicoanalista, "en haberte dicho así", (el sicoanalista no decía malas palabras, pero sonrió al final, dando vuelta a la cara, tratando de que yo no lo notara). "Tenías que haberte documentado mejor antes de escribir".

–Necesito una segunda opinión-, le dije y salí peor que cuando entré. Pensaba seriamente en suicidarme (pero aguantando la respiración, por si me arrepentía).

Y todo sucedió, porque en ese artículo que menciono que los charlies eran los norvietnamitas. Eso significa que soy un verdadero… ignorante de la historia de esa guerra. Mis más sinceras disculpas a los lectores de ese primer texto. Pero para poder corregir mi error hubo que documentarme mejor, así que para satisfacer la curiosidad que despertó la sola mención de la guerra de Vietnam en otros amigos menos agresivos, a los que les interesó el tema y me pidieron más, más y más, como artistas porno; aquí les receto un texto de Noam Chomsky, otro de mis papás anticapitalistas y muy sabio, díganme si no, (de alguna manera debo corregir mi idiotez), se los receto para que juntos nos documentemos un poco más, para entender mejor los motivos, los detalles y los incalculables daños humanos y naturales de esa guerra.

Y, sin llorar, sigue la crónica.

Dice Chomsky en un artículo llamado “Aniversarios de la nohistoria”: publicado el 11 de febrero de 2012, en el periódico La Jornada:

“En estos días estamos dejando de conmemorar un suceso que tiene un gran significado: el 50 aniversario de la decisión tomada por el presidente Kennedy de lanzar una invasión directa contra Vietnam del Sur., lo que pronto se convertiría en el crimen más extremo de agresión desde la Segunda Guerra Mundial.

Kennedy ordenó a la fuerza aérea de Estados Unidos que bombardeara Vietnam del Sur (para febrero de 1962, se habían realizado cientos de misiones aéreas); la guerra química autorizada para destruir los cultivos de alimento y así someter a la población rebelde; y poner en vigor programas que, en última instancia, obligaron a millones de aldeanos a refugiarse en viviendas improvisadas en la periferia urbana y en campos de concentración virtuales, llamados “aldeas estratégicas. Ahí los aldeanos serían “protegidos” de las guerrillas nativas a las que como bien sabía la administración estadunidense, apoyaban voluntariamente.

Los esfuerzos oficiales para justificar los ataques fueron mínimos, y en su mayor parte, mera fantasía.

Fue típico el apasionado discurso del presidente de la Asociación Americana de Editores de Periódicos, el 27 de abril de 1961, cuando advirtió que “estamos enfrentando en todo el mundo una conspiración monolítica e implacable que depende principalmente de medios encubiertos para expandir su esfera de influencia”. En Naciones Unidas, el 25 de septiembre de 1961, Kennedy afirmó que si esa conspiración lograba alcanzar sus fines en Laos y Vietnam, “las puertas quedarían abiertas de par en par”. Los efectos a corto plazo de esto fueron reportados por Bernard Fall, respetado especialista e historiador de Indochina –no un pacifista, pero sí, uno de quienes se preocupaban por la suerte de los pueblos de esos atormentados países.

A principios de 1965 calculó que aproximadamente 66 mil sudvietnamitas habían sido abatidos entre 1957 y 1961; y otros 89 mil entre 1961 y abril de 1965, en su mayoría víctimas del régimen cliente de Estados Unidos o “del aplastante peso de las fuerzas armadas estadunidenses, el napalm, los bombardeos a reacción y, finalmente, gases que causan vómitos”.

Para 1967, la oposición a los crímenes en Vietnam del Sur había adquirido una escala sustancial. Cientos de miles de tropas estadunidenses asolaban Vietnam del Sur, y las áreas con mayor población eran sometidas a intensos bombardeos. La invasión se había extendido al resto de Indochina”.

Y le faltó decir como los soldados norteamericanos robaban el arroz de las aldeas rebeldes para matar de hambre a los increíbles rebeldes sudvietnamitas, técnica que han usado los paramilitares para acabar con los zapatistas, nuestros modernos charlies, cuando intentan despojarlos de sus parcelas.

Pero bueno, también Sherlock Holmes se equivocaba.

Afortunadamente el buen Chomsky nos ha sacado de la confusión. Gracias maestro.

Pero sigue la depresión post-parto (literariamente hablando). Los regaños de la jefa, allá en Stockton, California, fueron de antología. Sus gritos se escuchaban hasta en Oklahoma. Casi se canceló la misión. El salario, seguro, sufrirá temperaturas bajo cero (de por sí era cero). Sorry. Fue un grave error. Lo acepto. ¿Ya ven por qué a Sherlock Holmes le era indispensable Watson? Estoy seguro que si Watson me hubiera acompañado, éste si que se sabría la historia de la Guerra de Vietnam, (o la hubiera buscado en Wikipedia).

Pero bien, ya quedó suficientemente claro que fue Vietnam del Sur el que derrotó vergonzantemente a los gringos todopoderosos. Por mucho que estos lo intenten esconder en sus libros de texto de historia porque, como dijo Chomsky en el mismo artículo: “Las decisiones se mantuvieron en la oscuridad, como lo fueron las consecuencias que todavía persisten… El núcleo de la nohistoria es “desaparecer” lo que ocurrió”. O sea que los gloriosos sudvietnamitas no aparecen en la historia por que los Estados Unidos sienten vergüenza que su mismo pueblo lo sepa, lo entienda. Que perdió una guerra ante un puñado de pobretones.

Nadie debe enterarse que los charlies amarillos fueron más inteligentes que los hijos del tío Sam Ni lo mande dios. Qué vergüenza para el imperio. Hay que mantener su imagen de Supermán cruzado con La Mujer Maravilla. Si no, ¿cómo irían sus soldaditos a la guerra a defender al capitalismo? Por eso tienen que cantar apasionadamente, con la mano en el corazón, “¡God bless América!”, en la séptima entrada de sus juegos diarios de beisbol, para convencerse a sí mismos de que ellos son los americanos, dejando para los americanos reales sólo el nombre de sus equipos de futbol americano y sus helicópteros de ataque. Dicen que un pueblo sin identidad necesita muchos sicólogos y mucho tinte para el cabello, (por eso muchas quieren ser Marilyn Monroe).

Y sí, también hay que aclarar que ésta crónica se trata de un reportaje sobre el zapatismo, eso está claro, sólo que a veces Chomsky es muy metiche. Y como somos compas, pues, había que darle trámite a su jale. De todos modos, mis sentimientos y mis errores son parte de la crónica, ¿qué seríamos los reporteros sin emociones? Una fuente de datos. Gélida, a más no poder.

Además, Chomsky es un charlie, también. Me lo dijo un pajarito. Y si no lo creen, pregúntele a los gringos.

…y mi querido Chomsky tampoco deja aterrizar cómodamente a los helicópteros del capitalismo.