lunes, 2 de junio de 2014

Epistemicidio del saber teórico zapatista

No es casual que los paramilitares de la CIOAC H hayan atacado a bases de apoyo zapatistas en La Realidad. No es casual, lo han señalado algunos analistas, que haya sido ahí donde el gobierno priista de Peña Nieto dio el banderazo de salida al programa Cruzada contra el Hambre dirigido por la ex presidenta del PRD y ex jefa del gobierno perredista (además de prócer feminista e icono de la izquierda electoral progresista) Rosario Robles como programa de contrainsurgencia que da nuevos bríos a la labor que antes hicieran personeros del poder como Luis H. Álvarez (no es casualidad que por primera vez en este ataque paramilitar hayan participado militantes panistas, ya habían paramilitares del PRI, del PRD, el PVEM, ahora los hay del PAN) y Dante Delgado.

La voluntad gubernamental de atacar a los zapatistas es sacarlos de La Realidad, en toda la extensión de la palabra. Pero los ataques paramilitares, brazo armado de los programas de gobierno contrainsurgentes, son apenas el escalón más bajo, el trabajo sucio, de una operación quirúrgica para tratar de extirpar de la izquierda mexicana la piedra de la locura zapatista, la autonomía, y dejar solamente en pie a la izquierda funcional, que por más que forcejee y dé golpes en la mesa, refuerza el marco republicano–electoral como el único modo posible, realmente existente, legal y permitido de hacer política en México.

La contra armada en el terreno chiapaneco y la contra institucional con su dinero para comprar compañeros de viaje en el trabajo antizapatista son paralelas a una contrainsurgencia intelectual, literaria, periodística, académica, la cual tiene una misión más importante qué cumplir: evitar que el zapatismo sea un referente en la ideología, en la teoría, en la política, en la ética, en el imaginario de la izquierda mexicana.

Se trata de reducir a los zapatistas a un grupo de voluntaristas que han sido necios en mantener una resistencia utópica, anacrónica, ucrónica, sin futuro, destinada a desaparecer en un México que se moderniza y no tiene lugar para semejantes exotismos: cuando aparecieron en 1994, uno de los adjetivos favoritos para descalificarlos era “trasnochados”. Son un remanente de una noche anterior, ya superada.

La crítica al zapatismo como un movimiento que aparece y neciamente persevera en el “ya superado” discurso de la revolución ha sido constante, sea promovida desde el poder con libelos como Marcos la genial impostura y La guerra en las cañadas o simplemente alimentada por el antizapatismo ilustrado de los convencidos y los mercenarios que los acompañan. Ese discurso pasó de las filas de Nexos, Letras Libres y Etcétera a las páginas editoriales dentro del “pluralismo” de Proceso y La Jornada, y especialmente en sus caricaturistas. Unos desde el inicio (por ejemplo Aguilar Camín) recibieron al zapatismo como un demonio de un pasado que ya creían superado, en cambio otros lo comenzaron a repudiar y a sabotear cuando comprendieron que no lo podían domesticar e incluir en el rebaño electoral que les rinde pleitesía.

En una reunión donde ponentes como Enrique Dussel, Pablo González Casanova y otros debatían sobre el pensamiento crítico contemporáneo, desde el público, Bolívar Echeverría planteó una pregunta sobre la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN: ¿No nos estarán planteando la crítica a una monocultura, en el sentido que lo dice Boaventura de Sousa Santos, que reduce la política a lo republicano electoral? Nadie contestó la pregunta de Bolívar Echeverría, quizá ni él se la contestó para sí mismo antes de morir, pues se sumó a las filas del lópezobradorismo.

Pero esa pregunta que planteó, y que nadie contestó, merece seguir siendo planteada, merece respuesta, debate. Recientemente los zapatistas han dicho que la Sexta Declaración es la más zapatista de todas. Si pensamos en lo que dijo Bolívar Echeverría entonces tenemos una clave de lectura del zapatismo como política- ideología y teoría y una clave de lectura también de la contrainsurgencia que pretende descalificarlos como un mero grupo de loquitos y aventureros o voluntaristas.

Lo que pensamos aquí, intentemos decirlo de una vez para ver si lo podemos explicar mejor después, es que el movimiento zapatista, específicamente el EZLN, ha planteado con su práctica autonómica y su discurso crítico de la política mexicana (y mundial) ejercida desde arriba y criticada desde abajo y desde la izquierda una denuncia de la monocultura de la política liberal- republicana. A ella le ha opuesto una forma de entender la política (práctica, teórica e ideológica) desde abajo, con rasgos específicos como autonomía, diversidad indígena y popular, antisistémica, por ende, anticolonial y anticapitalista. Y ese discurso, ese planteamiento radical, que ha alentado a su vez la radicalización de un sector de la izquierda en México y en el mundo, es el mayor daño que le han hecho los zapatistas el sistema. Esa es la herida que el sistema político mexicano, derecha e izquierda, quiere cicatrizar y borrar; es el control de daños al cual se dedican con los diversos modos de antizapatismo, especialmente de contrainsurgencia intelectual. Así como rechazar los Acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígenas fue un acto de fe en el colonialismo (Ginés de Sepúlveda redivivo), el rechazo teórico y práctico al zapatismo actual como actor político serio es el rechazo a romper con la monocultura de la política liberal- republicana- electoral y con el monopolio de los especialistas en mandar y en reprimir a quienes no obedecen.

Detrás de ese rechazo a tomar en serio el discurso crítico zapatista, detrás del deseo de verlos como una mascarada carnavalesca que oculta oscuros móviles o al menos ingenuidad e ignorancia de pueblos indígenas que no comprenden la modernización, hay una estrategia colonial que ha sido descrita (en la medida en que esa estrategia es típica del occidente colonial – el norte- para seguir dominando y produciendo como no existentes a los colonizados –el sur-) por el pensamiento de Boaventura de Sousa Santos.

Veamos algunas de las reflexiones del pensador portugués y tratemos de pensar con ellas cómo el saber teórico- político e ideológico de los zapatistas actuales es producido como no existente:

“Por sociología de las ausencias –escribió Boaventura de Sousa Santos en Descolonizar el saber, reinventar el poder— entiendo la investigación que tiene como objetivo mostrar que lo que no existe es, de hecho, activamente producido como no existente, o sea, como una alternativa no creíble a lo que existe. Su objeto empírico es imposible desde el punto de vista de las ciencias sociales convencionales. Se trata de transformar objetos imposibles en objetos posibles, objetos ausentes en objetos presentes. La no existencia es producida siempre que una cierta entidad es descalificada y considerada invisible, no inteligible o desechable. No hay por eso una sola manera de producir ausencia, sino varias. Lo que las une es una misma racionalidad monocultural. Distingo cinco modos de producción de ausencia o no existencia: el ignorante, el retrasado, el inferior, el local o particular y el improductivo o estéril.” (pág. 22)

La decisión de los zapatistas de romper con la clase política, con toda pero específicamente con la izquierda de arriba (con la que algunos de sus detractores creen que no debió romper jamás pasara lo que pasara: traición, contrainsurgencia, paramilitares, campañas sucias, y a ese no romper con ella le llaman “responsabilidad”) es explicada siempre (cuando no se acude al libelo copiado de la contrainsurgencia de la derecha de que el zapatismo es un invento de Salinas o de otro poder oscuro), como resultado de ignorancia, atraso, localismo y provincianismo… vamos si en el sur del continente ya empiezan a construir el socialismo… lástima que ese socialismo se parezca tanto al mismo desarrollismo depredador del medio ambiente y represor de su pueblo, especialmente los indígenas, pero qué son unas cuantas represiones en el sublime arte de la geopolítica.

Alguna vez Jan de Vos, en respuesta a una pregunta al final de una conferencia, me dijo que un factor clave para que la izquierda institucional y sus masas electorales no aceptaran las propuestas zapatistas es que, en el fondo, siguen pensando que nada bueno puede venir de los indígenas. Pueden aceptar discursos críticos de casi cualquier parte del mundo, incluso de América del Sur, pero el Sur profundo y su voz en el discurso y la práctica crítica zapatistas les inspiran solamente paternalismo: “¿cómo sacar a los zapatistas de su error?” En una de sus versiones “benévolas” atribuyen el yerro a sus dirigentes: sectarios, ignorantes, simples (esas o variantes de esas palabras han usado articulistas como Guillermo Almeyra) y casi sienten lástima por sus bases, tan lindas pero en manos de semejantes líderes.

Lo que no debemos olvidar es que al tirar al niño junto con el agua sucia, la izquierda mexicana que se ha negado a leer, pensar, tomarse en serio la política- la teoría zapatista, está activamente produciendo como no existente el saber de los zapatistas. Es un rasgo típicamente colonial de la mentalidad de la intelectualidad liberal. Y la reflexión de Sousa Santos es muy atinada para repensar el fenómeno: “Los procesos de opresión y de explotación, al excluir grupos y prácticas sociales, excluyen también los conocimientos usados por esos grupos para llevar a cabo esas prácticas. A esta dimensión de la exclusión la he llamado epistemicidio.” (Epistemología del Sur, pág. 12)

Le responderíamos al difunto profe Bolívar Echeverría: sí, el pensamiento zapatista no solamente denuncia el monocultivo de la política liberal-republicana sino que manifiesta un saber propio de un sujeto subalterno: las comunidades indígenas zapatistas, su sabiduría, su manera de entender y hacer la política, de ser rebeldes… y ojo, porque no es el único saber, hay otros, en otros tantos sujetos de abajo producidos como no existentes y tratados como ignorantes por los señoritos que dictan qué es la política y qué deberíamos hacer (por quién votar) desde algún lugar entre Coyocán, la colonia Roma y la Condesa, en México.

Por ello es importante transformar el objeto imposible: el saber, la teoría zapatista, en objeto posible, transformarlo de ausente en presente. De no hacerlo, nos volvemos cómplices de la estrategia colonial y contrainsurgente de producir a los zapatistas como no existentes (ignorantes, trasnochados, locos) y quien sale perdiendo con ese epistemicidio es la izquierda que no puede leer, comprender ni discutir ese saber. Un saber que necesitamos como insumo para una estrategia y una lucha descolonizadora y anticapitalista.

Javier Hernández Alpízar.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Ken zapatista on -segunda parte-

¡La Realidad es nuestra!





















Ken zapatista on -Primera parte-

Todavía podemos escuchar sus palabras.
1. Una muerte.

La noticia nos pegó, como de por si pegan las malas noticias: con saña, con frialdad, con dolor.

No es nuestro modo la mentira, por eso no les vamos a decir que no hubo lágrimas, impotencia, coraje, rabia. Hubo, sobre todo, rabia. Mucha rabia. Entre más noticias nos llegaban, más se acumulaba la rabia. No somos de acero, no somos de piedra, y cuando leímos la investigación y la forma en que lo trataron, humillaron, asesinaron, rabia y dolor se crecieron.

Tampoco es nuestro modo el quedarnos quietos. No les vamos a decir que sólo leímos la noticia y nos llenamos de rabia y nos quedamos sentados. Somos pocos, pocas, es cierto, pero esos pocos y pocas que somos, desde nuestra pequeña geografía, teníamos que hacer algo.

Ese hacer algo es un compromiso y una obligación que tenemos, pues, como estudiantes de la Escuelita Zapatista de La Realidad, con más razón nuestra exigencia de ¡justicia! se debía de escuchar hasta donde hay oídos atentos.

2. La exigencia.

Contra los ataques de los tres niveles del mal gobierno (federal, estatal y municipal)...

Contra la financiación y entrenamiento de paramilitares, apoyado por TODOS los partidos políticos...

Contra la desinformación y las mentiras de TODOS los medios de comunicación de paga...

Nosotros, nosotras, adherentes a La Sexta y estudiantes de la Escuelita Zapatista, nos reunimos, nos escuchamos, nos organizamos para gritar en silencio que “No tomaremos venganza, ¡haremos justicia!”.

La organización que nos han enseñado los y las zapatistas se demuestra no sólo con decir "no están solos", sino con hechos, mostrando el trabajo que se ha hecho en nuestros barrios, colonias, comunidades. En una acción conjunta, colectivos y e individuos de Puebla, planeamos y llevamos a cabo un homenaje a nuestro Votán.

Ken zapatista on...

Sí, todavía podemos escuchar sus palabras.

Y sí, escuchamos y entendimos.

3. Santa María Coronango, Puebla.



4. San Pedro Cholula, Puebla.




5. Puebla.


 6. La Realidad, Chiapas.




miércoles, 12 de marzo de 2014

Escuela de dignidad.

Antes de que empezara el proceso directo y deliberado de la Escuelita Zapatista, el zapatismo del EZLN ya nos había enseñado algunas lecciones que no debemos olvidar. Una muy importante, sin la cual no se pueden entender las otras, es no temer ser impopulares: arriesgarse y arrostrar la impopularidad por defender su verdad en lugar de traicionar a los suyos, a sí mismos, para adoptar, seguir o aparentar un discurso popular (en ese enajenado sentido de lo popular que han impuesto los medios de masas). Decir la verdad no siempre te hace popular; las mentiras son más dulces para muchos oídos y, en ocasiones, decir la verdad simplemente te hace odioso para aquellos que salen descobijados.

Digamos que es esa máxima aristotélica: soy amigo de Platón pero más soy amigo de la verdad.

Otra lección es construir un camino propio, una coyuntura propia, tratar de generarla, construirla, tomar la iniciativa, en lugar de irse a donde lleva la corriente, siguiendo a las masas (decían algunos compas en broma, “para masas, fórmate en la fila de las tortillas”). No se trata de ir a donde otros ya han hecho un trabajo y tratar de “arrebatarles” sus bases. Se trata de construir donde hace falta, en donde no ha sido edificada una fortaleza.

Cada movimiento tiene su trayectoria y no es mera cuestión de dar vuelta el timón más a la izquierda o la derecha: si tu carro va para la izquierda, ¿cómo puedes subir tanta tripulación recién importada de la derecha? Pero si otro movimiento ha construido una trayectoria con sus propias fuerzas, métodos, su ideología, sus objetivos, ir a querer arrebatarle la hegemonía donde él ha construido solamente denota la falta de ética y de capacidad de trabajo para organizar algo propio. Hacer un discurso de coyuntura, para no salirse del cuadro, y esperar el momento de tomar las riendas y dominar la escena es, más que mero oportunismo, autoengaño: las fuerzas de izquierda que hacen eso terminan por convertirse en la cola del león que pretendían domesticar y bien encaminar.

Asimismo, los zapatistas nos han enseñado a no usar la violencia contra los otros movimientos, a pesar de que ellos han recibido ataques paramilitares incluso desde partidos sedicentes de izquierda como el PRD, pero, no lo dicen en broma: “no hemos disparado”. Han denunciado, han hablado fuerte e incomodado, pero no han respondido con violencia a los ataques provocadores de esa pseudoizquierda.

No basta con asumir en el discurso los principios del zapatismo, ni con enarbolar conceptos de otros movimientos o tendencias de izquierda que confluyen o simpatizan con el zapatismo actual, porque si un movimiento, desde un pequeño colectivo hasta una gran organización, no construye su propia obra, su propio camino, su propia aportación, en lugar de tratar de desplazar a otros, arrebatarles espacios, disputarles lo ya hecho, no se puede considerar zapatista, recordemos: convencer y no vencer.

Cuando convences, tejes, construyes, sumas, incrementas la fuerza de abajo, pero cuando vences, derrotas, apabullas y aplastas, además de satisfacer el propio ego y machismo, lo que logras es destejer, dividir, alejar, hacer retroceder la fuerza el movimiento social, de la banda, de aquello que deberías estar impulsando a crecer y fortalecerse.

Las veredas de la resistencia autonómica zapatista son más difíciles que el camino estrecho que dicen el budismo o el cristianismo, pero si no podemos caminar por esas veredas autonómicas, al menos debemos tratar de llevar la lucha con ética, con dignidad, con humildad: a la larga quizá eso puede derrotar al poder y cambiar las cosas, porque usar los medios del poder (la violencia, la calumnia, la intimidación) es irse convirtiendo en eso que decimos combatir. No tenemos por qué vernos como nos ve el poder, con el ojo criminalizador de Polifemo.

Recordemos cómo los poderosos no entendían en los diálogos de San Andrés qué es eso de “dignidad”. Si no entendemos y podemos vivir eso, lo demás es fraseología.

Javier Hernández Alpízar.


  )

Don Luis.

Fue uno más de los regalos de los zapatistas. Es un recuento imposible que les debemos: las personas y organizaciones que nos conocimos gracias a ellos aprendemos unos de otros y nos articulamos.

Lo conocí por primera vez en La Realidad. Literalmente. Quizás era la mejor forma de conocernos, chapoteando en el lodo, pasando frío por las noches, compartiendo vivencias de la realidad.

Sabía de él, desde luego. ¿Quién, que anduviera en esos trotes, no había leído Los grandes momentos del indigenismo en México? ¿Quién no se había preguntado, con él, cuál es el ser del indio que se manifiesta en la conciencia mexicana? Publicado en 1949, el libro fue una revelación. Cuando, 30 años después, Luis accedió a regañadientes a la redición, por la insistencia de Guillermo Bonfil, sabía que intentar corregirlo lo llevaría a escribirlo de nuevo; se conformó con advertir al lector de los errores que encontraría en él.

El libro sigue llamándonos: "Lo indio como principio oculto de mi yo que recupero en la pasión". Nos sentimos atraídos y atemorizados por el mundo indio, escribe Luis, “porque presentimos que… alberga una realidad oculta y misteriosa que no podemos alcanzar y cuya presencia nos fascina”, porque en él "permanece un sentido personal, desconocido y no realizado en la superficie que muestra ante nosotros: su capacidad de trascendencia".

Lo había intuido todo, hace 60 años. Ese mundo se reveló de pronto, espectacularmente, en 1994. Sin perder su misterio, se hizo evidente. Había llegado la hora. Y ahí estábamos, Luis y yo y muchos miles, millones de personas, deslumbrados, dejándonos acariciar por esa luz que nos revelaba quiénes éramos y nos inspiraba el camino.

No puedo separar en el recuerdo de Luis, desde aquellos primeros momentos, la persona y la risa. Había siempre, hasta en los momentos de mayor seriedad, algún síntoma de su prodigiosa vitalidad. A cada paso se sonreía con los ojos y estaba ahí, agazapada, la carcajada incontenible, en que se reía ante todo de sí mismo, pero también del mundo y con el mundo, a la menor provocación.

Nunca abandonó el proyecto de los años cuarenta, cuando el grupo filosófico Hyperión intentaba comprendernos con conceptos filosóficos propios. Arrastró casi toda su vida esa tensión entre el peso casi abrumador de lo universal, que marcaba todo su entrenamiento filosófico, y el empeño de un pensar propio, marcado por la diferencia y la autonomía.

Por esa tensión, por ese empeño, parecía mejor preparado que casi todos para sentipensar el zapatismo, para ubicarlo en un horizonte amplio, filosófico e histórico, y al mismo tiempo captar su originalidad.

Nos hicimos amigos muy pronto. Me sorprendía su infinita paciencia al lidiar con mi atrevimiento de discutir con él, de provocarlo, de hacer que filosofara conmigo, de cuestionar incluso algunas de sus más profundas convicciones. No le importaba que careciera yo de las herramientas técnicas de su oficio.

Los zapatistas multiplicaron las oportunidades de compartencia. Luis fue uno de los tres asesores que recibimos la encomienda de negociar con el coordinador de la delegación gubernamental en el momento último de la negociación en San Andrés. Todas las mesas estaban detenidas: no pasaría nada hasta que se resolvieran puntos esenciales en la nuestra. Luis estaba ahí, como una roca. Los otros dos asesores nos sentíamos cobijados por su presencia. Sus intervenciones puntuales y esclarecedoras fueron decisivas.

Aún se acuerdan de él en San José del Progreso, cuando nos acompañó en una de las primeras luchas de la nueva ola de defensa del territorio que surgió en Oaxaca. Con él y para él, al lado de Fernanda Navarro, su infaltable y lúcida compañera, fundamos un Centro de Estudios Interculturales en la Universidad de la Tierra en Oaxaca, que hizo nacer pegadito a la realidad. Repetíamos la aventura en que Luis nos hizo repensar la idea de nación en la Sociedad Mexicana de Planificación…

Se me hizo cuesta arriba ir a visitarlo en los últimos años. No perdía su prodigioso apetito, una expresión más de su ímpetu vital. De vez en cuando retornaba la carcajada. Se irritaba con sus limitaciones físicas y aún más con las malas pasadas que le jugaba su cerebro lastimado. Pero no lograba escapar de la tristeza, de una especie de depresión que mis historias no aliviaban. Le dolía el país. Profundamente. Sentía en carne propia cómo caía a pedazos. Veía el horror que padecemos con su mirada penetrante. Lo sufría personalmente.

Dijo Marx: los filósofos se han ocupado de interpretar el mundo cuando de lo que se trata es de transformarlo. Algunos, como Luis, escucharon tempranamente ese llamado y pusieron todas sus capacidades filosóficas al servicio de la transformación.

Gustavo Esteva.

lunes, 3 de marzo de 2014

La izquierda y el 1 de enero de 1994

1) La irrupción violenta del EZLN en la escena política nacional, el primero de enero de 1994, abrió una crisis sin precedente en el sistema política mexicano. Esta crisis no se expresó únicamente en el PRI sino en todo el sistema de partidos y también en las organizaciones de izquierda que, o bien habían participado activamente en ese sistema o, repudiándolo verbalmente, habían conducido a una buena parte de los movimientos sociales a ser simplemente clientes respondones del Estado.

La población veía azorada un espectáculo terrible. La política era entendida como un bazar de oportunidades, unos desde la institucionalidad parlamentaria y otros desde la institucionalidad de la gestión.

Evidentemente la izquierda y la derecha tenían diferencias sobre los objetivos, pero ante los ojos de los ciudadanos esas diferencias eran, casi imperceptibles ante la similitud en las formas de hacer política, hasta llegar al punto en el cual esas viejas diferencias son sólo una anécdota, o como diría José Emilio Pacheco: “comidilla del polvo en cualquier sótano”. Cuando alguien comienza a actuar como su contrario, comienza a ser su clon.

La caída del muro de Berlín y el triunfo coyuntural del neoliberalismo y el posmodernismo, permitieron que ese proceso se agudizara. La diferencia entre las democracias representativas y el socialismo real eran muy escasas, en todo caso en las primeras se podía oír y bailar rock, tomar droga, participar masivamente en lo que antes era privilegio de la burocracia: la pornografía. Es decir la alternativa era entre el hedonismo individual entre el aburrimiento y la frustración colectiva.

La izquierda sufrió entonces un golpe suplementario: más allá de su voluntad y de la realidad, ante millones de seres humanos el fracaso del "socialismo" real se entendió como el de la construcción de una sociedad alternativa al capitalismo, es decir como un fracaso de la práctica de los socialistas.

2) El primero de enero estalló lo que correctamente se denominó la primera revolución del siglo XXI. Por lo demás no deja de ser revelador que haya sido precisamente en México el país donde estalló la primera revolución social del corto siglo XX.

Efectivamente, la insurrección chiapaneca fue la primera que se da después de la caída del muro de Berlín, del fin del llamado mundo bipolar.

Una insurrección hecha en el país que estaba predestinado por las agencias financieras internacionales a ser el modelo ideal para todo el mundo subdesarrollado, que se disponía fastuosamente a entrar, por la puerta grande, al primer mundo; que poseía en términos financieros el mercado de valores emergente más poderoso y que era paraíso de la inversión.

Y, frente a todo eso, o quizá por todo eso, la insurrección tuvo un éxito que inmediatamente rebasó las fronteras nacionales. Mientras que el mundo se desgarraba y se desgarra, con guerras fratricidas, producto de la mano sucia de la sociedad del poder. En México, desde la selva Lacandona, el norte y los altos de Chiapas, un grito de esperanza y fe se expresó con toda su fuerza y vigor. El EZLN aparte de interpelar a toda la nación hizo una interpelación especial hacia la izquierda mexicana, le recordó que, más allá de muchas vicisitudes, era fundamental reconstruir una voluntad de lucha contra la explotación, el despojo, el desprecio y la represión. Lanzó un programa que expresa no una serie de peticiones, consignas o reivindicaciones sino de valores humanos universales, sin los cuales la vida no es vida, sin los cuales no puede haber dignidad.

Al ubicarse al margen del sistema político nacional, deslegitimó la manera de hacer política, rompió con los modos teóricos y prácticos que conlleva la tradicional manera de concebir la misma. A partir de las huellas dejadas por el EZLN era fundamental reconstruir el pensamiento, el programa, la organización y la práctica de la izquierda mexicana.

3) El Poder y su teoría. Ubicar lo fundamental del discurso zapatista y adaptarlo a la práctica ciudadana requiere inevitablemente una reformulación de estos dos aspectos. La insistencia del EZLN de que no quiere tomar el poder como organización representa no solamente una ruptura con el concepto clásico de las organizaciones político-militares sino fundamentalmente una crítica bastante radical al concepto de vanguardia.

La idea de que el poder es una relación social y no simplemente el asalto al Palacio de Gobierno, lo mismo que la crítica a la idea de que las transformaciones sociales radicales, que significan una transformación también radical de la forma de vida de la población, se dan solamente hasta después de la toma del poder, tienen una importancia evidente.

El EZLN ha reformulado el planteamiento de que el poder no lo debe tomar tal o cual vanguardia sino la sociedad, en especial los de abajo. Si es verdad que el poder es una relación social, debemos entenderlo en toda su dimensión. No reduciéndolo a aquel que se ejerce en los mecanismos más aparentes del Estado, sino también en aquellos que estructuran una relación de dominación que se teje en las células más elementales de la sociedad, para dejarla prisionera de todo un entramado económico, político, ideológico, cultural, etc. Evidentemente, la eliminación de ese tipo de dominación no se resuelve echando del poder a un grupo para poner otro en su lugar; ni siquiera sustituyendo la lógica y el destino de la producción; mucho menos ganando una elección.

Es fundamental la construcción de un no-poder desde abajo que, al irse construyendo y constituyendo, va generando una lógica de contrapoder; donde las relaciones de dominio desaparecen, estructurándolo también desde las células más elementales de la sociedad. Por eso, el Subcomandante Insurgente Moisés dice, refiriéndose a los pueblos zapatistas: “Tratan con democracia todos los temas de la vida, sienten de la democracia que es de ellas y ellos, porque ellos y ellas discuten, estudian, proponen, analizan y deciden al final sobre los temas”. (ELLOS Y NOSOTROS. Para: las y los adherentes a la Sexta en todo el mundo. Subcomandante Insurgente Moisés).

Es decir, la democracia deja de ser procidimental, llena de de normas y reglamentos. Se convierte en una forma de vida, en el oxigeno, en el aire que se respira día con día, o para decirlo con palabras del poeta Gabriel Celaya:

No es un bello producto. No es un fruto perfecto. 
Es algo como el aire que todos respiramos 
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. 

Son palabras que todos repetimos sintiendo 
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. 
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. 
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos. 

La izquierda mexicana requiere entonces reformular su teoría y su práctica. El carácter vanguardista y hegemonista ha sido una tradición. Desde la participación electoral hasta las luchas sociales han estado preñadas de un desprecio infinito a los mecanismos de democracia directa. En última instancia se ha procedido con los mismos criterios fundacionales de la democracia representativa: se actúa por delegación de poder. Los sectores sociales que se dirigen o los ciudadanos que se influyen en el terreno electoral no tienen voz y capacidad de decisión. Una vanguardia tiene en su poder la voluntad de la población y actúa en su nombre.

Hace unos días Andrés Manuel López Obrador dijo que en el 2018 tenían una cita con la historia. Esto no deja de ser ejemplificador del pensamiento de arriba. Quien busca hacer historia casi nunca lo logra, a lo más que puede aspirar es a que Enrique Krauze le haga un fascículo de editorial y Tv Clio. La historia, la verdadera, se hace de acciones pequeñas, anónimas, invisibles. La hacen los peatones de la historia, los sin papeles, los indocumentados de la política. Los que no tienen cita con la historia sino que crean su propia geografía y su propio calendario. A los que no les enseñaron únicamente la tabla del seis (2006, 2012, 2018, 2024…et al)

En un video italiano, el Subcomandante Marcos dijo que a la estructura antidemocrática de la organización político-militar ellos tuvieron que ponerle una cabeza democrática, al decidir que la Comandancia General fuera indígena y que estuviera basada y estructurada en función de las comunidades indígenas. La izquierda mexicana, y yo creo que la mundial también, requiere de un acto político similar. A la estructura cerrada de Comités Centrales y Comités Políticos o de camarilla de caudillos, o de “lideres” sociales que gobiernan en su comarca, o en su sector y se alían a otros, para conformar una fuerza social, se le debería poner una cabeza social.

La izquierda mexicana, víctima de la subcultura priísta lo que ha creado en cambio ha sido una especie de corporativismo de izquierda, generando los mismo odios y rencores que en otros países se expresaron contra los partidos comunistas en el poder, Nada más agraviante para el valor humano que saberse manipulado por un individuo o por un partido. Al mismo tiempo que se han creado aspectos insultantes de separación social.

Romper con ese tipo de trabajo requiere reorientar el fondo y los mecanismos de trabajo político. Nadie niega que es mucho más fácil convencer a una comunidad ofreciendo que el Estado (ya sea ahora u en un futuro luminoso) le va a resolver sus problemas, con una visión asistencialista de la peor calaña, en lugar de promover un concepto de lucha integral, democrática, no solamente en su objetivo final sino en su práctica cotidiana, en su acontecer diario.

Si todo esto es verdad, el fenómeno EZLN es algo nuevo, a pesar de sus impresionantes lazos con lo tradicional. El Subcomandante Insurgente Marcos dijo, hace unos años, que la concepción con la que llegaron a la selva sufrió una serie de abolladuras y que de allí surgió algo nuevo, que por llamarlo de alguna manera, le pondría neozapatismo. De la confrontación de la teoría marxista leninista con la realidad indígena chiapaneca surgió el Neozapatismo.

Con esto queremos señalar que el Neozapatismo no representa una simple continuidad de la izquierda revolucionaria mexicana sino sobre todo su ruptura. Es un punto de inflexión. Es la manifestación de su crisis e incapacidad.

4.- Conclusión:

Partamos de algunas consideraciones necesarias. Ya antes del primero de enero, pero mucho más después, hemos estado viviendo una crisis de lo que se conoce como política. Desde hace tiempo se ha venido discutiendo sobre la incompatibilidad entre la política y la ética, lo cual facilita la sobredeterminación de los medios con tal de conseguir los fines o ahora, desembarazándose de esos molestos fines.

Parecería que independientemente de posiciones teóricas y estratégicas la práctica política de la llamada izquierda institucional está llena de mentira y falsedad. Esta interpretación ha sido muy socorrida por el postmodernismo y está llevando a un cinismo sin precedente. La evolución del Estado y su capacidad para integrar a las oposiciones, por medio de una serie de sutiles mediaciones, ha traído como consecuencia una desafección a la política, entendida como participación partidaria; desde luego a este proceso hay que agregarle las terribles dificultades que tienen la vida interna de los partidos, que les permite convertirse, más o menos rápidamente, en zonas hostiles para el desarrollo individual y colectivo.

En Junio de 1993, hace ya 21 años escribí lo siguiente, lo recuerdo para que ustedes calibren el grado de desmoralización que vivíamos: "Entre nosotros, los dioses comienzan a sustituir a los artesanos. El alcohol, las drogas, las telenovelas, el fútbol, o la ansiedad por terminar profesiones o por tener nuevas, las revistas estúpidas, etc, juegan a fondo en una especie de reconversión personal. Los libros ocupan el último rincón de nuestra casa y no se renuevan... Y por si esto fuera poco, nos toco vivir los tiempos del SIDA y con él, el renacimiento de una moral sexual profundamente reaccionaria, nos tocó militar en los tiempos del cólera y eso es muy desmoralizante”.

Sin embargo, en México, un año después, la insurrección del primero de enero le dio un nuevo sentido a nuestra vida. Y ese es el aspecto más importante, creo yo.

Así, ahora, nuestra labor buscaría desarrollar un movimiento, capaz de ofrecer abrigo y buenas condiciones de trabajo a seres humanos de muchos géneros distintos. Un movimiento concebido para generar procesos constituyentes, donde la política va cediendo su lugar a lo social, a la comunidad, con el objetivo de construir la nueva nación, la de los trabajadores del campo y la ciudad.

Una izquierda nueva, capaz de ayudar a vertebrar una sociedad cada vez más descoyuntada por el capitalismo de principios de siglo. Un movimiento de abajo y a la izquierda como un arrecife de coral (como dijo Jorge Riecmann, poeta, ecólogo y filósosfo), construido por acumulación creciente, en forma de red de colectivos y organizaciones, promotor de la diversidad en la que la dimensión pedagógica y la dimensión ética esté anclada en los condenado de la tierra.

Si se quiere explicar de manera sintética lo que buscamos diríamos: lo que nos hace falta es socializar de tal manera la política que la haga innecesaria e inútil. Pero esa ya será la tarea de los jóvenes que han iniciado su relación con el zapatismo yendo al corazón del EZLN, es decir, a sus pueblos y comunidades.

Ciudad de México a 14 de febrero del 2014.

Sergio Rodríguez Lascano 
-Intervención en el espacio Comandanta Ramona-

miércoles, 29 de enero de 2014

Discurso de Sergio Rodríguez Lascano a nombre del Movimiento Insumis@ Zapatista en el acto del SME

Buenas tardes-noches compañeras, compañeros, compañeroas.

(Hoy nos informaron que murió el compa Kuy Kendal. Los responsables directos de ese crimen son: Enrique Peña Nieto, Manuel Modragón y Kalb, Miguel Ángel Osorio Chong y Marcelo Ebrard y son ellos los que tienen que responder. Dedicamos este mensaje que leeremos a continuación a la vida de lucha del compa Kuy Kendal).

En noviembre de 1999, el Subcomandante Insurgente Marcos dio una conferencia en La Realidad, Chiapas, con el nombre ¿Cuáles son las características fundamentales de la IV Guerra Mundial?, en ella realizaba una descripción apretada, pero muy exacta, pensamos nosotros, del llamado neoliberalismo.

Ahí, entre otras cosas, se decía lo siguiente:

“Aquí surge un problema. El producto de la anterior guerra debía ser un mundo unipolar -una sola nación que domina a un mundo donde no hay rivales- pero resulta que, para hacerse efectivo, este mundo unipolar tiene que llegar a lo que se conoce como “globalización”. Hay que concebir al mundo como un gran territorio conquistado con un enemigo destruido. Es necesario administrar este nuevo mundo y por lo tanto globalizarlo.

“La concepción teórica que da fundamento a la globalización es lo que nosotros llamamos “neoliberalismo”, una nueva religión que va a permitir que el proceso se lleve a cabo. Con esta Cuarta Guerra Mundial, otra vez, se conquistan territorios, se destruyen enemigos y se administra la conquista de estos territorios.

“El problema es qué territorios se conquistan y reorganizan y quién es el enemigo. Puesto que el enemigo anterior ha desaparecido, nosotros decimos que ahora el enemigo es la humanidad. La Cuarta Guerra Mundial está destruyendo a la humanidad en la medida en que la globalización es una universalización del mercado, y todo lo humano que se oponga a la lógica del mercado es un enemigo y debe ser destruido. En este sentido todos somos el enemigo a vencer: …

“Esta Cuarta Guerra Mundial usa lo que nosotros llamamos “destrucción”. Se destruyen los territorios y se despueblan. A la hora que se hace la guerra, se tiene que destruir el territorio, convertirlo en desierto. No por afán destructivo, sino para reconstruir y reordenar. ¿Cuáles son los principales problemas que enfrenta este mundo unipolar para globalizarse? Los Estados nacionales, las resistencias, las culturas, las formas de relación de cada nación, lo que las hace diferentes. ¿Cómo es posible que la aldea sea global y que todo el mundo sea igual si hay tantas diferencias? Cuando decimos que es necesario destruir los Estados nacionales y desertificarlos no quiere decir acabar con la gente, sino con las formas de ser de la gente. Después de destruir hay que reconstruir. Reconstruir los territorios y darles otro lugar. El lugar que determinen las leyes del mercado; he aquí lo que está marcando la globalización.

“El primer obstáculo son los Estados nacionales: hay que atacarlos y destruirlos. Hay que destruir todo lo que hace que un Estado sea “nacional”: la lengua, la cultura, la economía, su quehacer político y su tejido social”. (Hasta aquí el texto del Subcomandante Marcos)

Después de la ley que modificó el artículo 27 y 28 de la constitución para dar paso a la privatización de PEMEX, algunos hablaron de cambios epocales, sin embargo esos cambios se han producido en el mundo desde 1980 y en México, desde 1982.

Esos cambios tienen por lo menos dos vertientes; arrasar con lo que a lo largo de tres siglos representaron conquistas de los trabajadores del campo y la ciudad, que se lograron dentro del capitalismo mismo y, reorganizar el dominio del capital, no solamente para reorganizar el proceso productivo sino para llevar a cabo una reorganización-desorganización de la vida (la economía, la política, las organizaciones gremiales, los partidos políticos, etc).

Ya en 1992 con la reforma agraria salinista al poner en el mercado a la tierra, no sólo se dejó a cerca de 25 millones de campesinos sin posibilidad de acceder a la tierra y garantizó la transformación del sistema productivo, o lo que llamamos la economía moral del campesino mexicano sino que sentó las bases para lo que hoy es la privatización del suelo y el subsuelo de todo el territorio de lo que alguna vez fue México.

Hoy, muchos de los que gritan “traición a la patria” son los mismos que cantaron las glorias de la destrucción del ejido y los bienes comunales. Digo si queremos que la memoria no pierda la batalla frente al olvido siempre es conveniente tener presente esos hechos.

Entonces, desde los años 80, en México se ha llevado a cabo una transformación global en contra de todo lo que signifique organización social.

No se ha tratado únicamente de golpear a los más pobres sino igualar hacia abajo a todos los trabajadores del campo y la ciudad. Cuando desde el poder se agrede a los electricistas, maestros, pilotos y azafatas, productores de aguacate o limones, metalúrgicos, etc. Es que se está dispuesto a todo, hasta quedarse sin ninguna base social, con tal de lograr esa destrucción-despoblamiento; reconstrucción-reordenamiento.

Pero se equivocan los que piensan que esta política de arrasamiento ha sido llevada a cabo por un puñado de políticos.

El viejo estadista es hoy también pieza de museo. Al interior de la clase política se ha dado una dinámica de darwinismo social al revés, el más tonto sobrevive y aparenta estar en el poder. Pero no es posible equivocarse. Toda esa política de transformación radical en México y el mundo no se hace en los despachos de los secretarios de estado, se diseñan en otro lado, en las sociedades del poder, en los centros neurálgicos del gran capital.

Desde ahí emanan las órdenes para que los diferentes integrantes de la clase política jueguen a debatir, o a hacer como que algunos están muy indignado. Para que, por medio de los medios, se genere la sociedad del espectáculo. La política como parte del entretenimiento.

Y, mientras, al mismo tiempo, se aprueban leyes que buscan criminalizar cualquier tipo de expresión de descontento.

Por eso no deja de ser una mala broma eso de que en la Ciudad de México se vive una anomalía ya que existe un gobierno de izquierda en medio de un Estado de derecha. Un gobierno, como el del señor Mancera, que sube el boleto del metro en un 66 por ciento, que pasa leyes contra la protesta social; que crea auténticos cercos policiacos para, limitar hasta la extinción, el derecho de manifestación, es totalmente funcional al régimen priísta, porque ambos sirven al mismo amo.

La única anomalía real, a ojos del que domina, es que existamos seres humanos que decimos NO.

En medio de ese panorama es que nosotros decimos no hay nada que hacer allá arriba. No se trata de una obsesión mal sana en contra de la clase política sino de algo, un poco, más de fondo. Ahí ya no está el poder.

Digo con lo que pasa en Michoacán ¿Alguien todavía puede todavía pensar que existe el Estado?

Como nunca el Estado puede ser caracterizado como “una banda de hombres armados al servicio del capital”.

Desde luego que sabemos que existe corrupción de la clase política pero nosotros no quitamos el dedo del renglón esa corrupción es totalmente eficaz a la forma de organización del capital. Para ponerlo en una nuez: lo que se va a robar Beltrones o Peña Nieto con la reforma energética es una broma a comparación de las ganancias que va a obtener la Shell o la Britsh Petroleum. Por eso nuestra lucha es contra el capitalismo y no simplemente por cambiar una forma de gobierno.

¿Por dónde empezar?

En medio de ese panorama alguien podría sacar la conclusión que no hay nada que hacer, que ya fuimos derrotados. Pero no hay que olvidar, que en uno de los tantos rincones que forman nuestra nación, sí la nuestra, la única que reconocemos, la de la gente de abajo, unos pueblos han levantado una forma muy otra de vida.

Frente a la muerte que se enseñorea por todo el país, frente a la destrucción que ha hecho que cerca de 10 millones de mexicanos emigren hacia los Estados Unidos, frente a la destrucción de una buena parte de las conquistas de los trabajadores del campo y la ciudad, etc. Ahí, en los pueblos zapatistas, se construye la vida, nuevas relaciones sociales donde no domina el capital, donde no existe una clase política que medre robándose el dinero de la gente. La idea de que otra vida es posible no es un slogan moral, una consigna para la galería sino algo real que se está construyendo todos los días por medio de la triada zapatista: luchar-resistir-organizar.

Estoy consciente que a todos nos puede parecer un poco remoto lograr una autonomía con esas características. Pero no es posible seguir pensando en lo gigantesco de la tarea.

Toda tarea grande tiene como inicio pequeñas tareas. Qué buscamos. Cambiar el mundo. Cómo lo vamos a lograr ayudando a generar nuevas relaciones sociales, creando comunidad. Dónde iniciar, ahí donde vivimos, trabajamos o estudiamos. Ahí en las calles, nuestro hábitat.

De hecho en muchos lados eso ya comenzó. Algunos ejemplos. En la lucha infatigable de los compas de la UVYD y UNIOS, que no sólo se dedicaron a reconstruir vivienda después del sismo de 1985 sino a generar espacios de cultura y organización popular. Lo que los compañeros del Frente Popular Francisco Villa Independiente (UNOPII) han logrado en la generación de un espacio de poder popular como lo que han hecho en la Polvorilla. Como la impresionante lucha de nuestros queridos compañeros braceros que se han rehusado a aceptar las limosnas que el gobierno les ha querido entregar a cambio de su trabajo. Como la lucha que nuestros compañeros del Partido de los Comunistas han realizado con las viudas de Pasta de Conchos, que poniendo la dignidad por enfrente, no han aceptado tasar los cuerpos de sus esposos y ellas siguen empecinadas con el clamor justicia. Como la incansable lucha del Colectivo de Maestros con Sexta que llevan años por evidenciar que sí es posible construir un otro sindicalismo, o como nuestros compañeros de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez que no sólo han desnudado la hipocresía del poder sino que han generado nuevas relaciones sociales en su lucha por impedir la explotación de las trabajadoras sexuales. Y, también, en el caso de los compas anarquistas que hacen de su insubordinación forma de vida y hoy son atacados por las buenas conciencias, tanto de derecha como de izquierda. Y todo esto sólo para poner algunos ejemplos.

Nosotros queremos decirles a ustedes y a todos los colectivos de la Sexta, lo mismo que a todos los que luchan en este país contra el sistema de dominación capitalista, que desde este momento que marca la fundación del Movimiento Insumis@ Zapatista: estaremos con ustedes, que aprenderemos de ustedes, que seremos sus compañeros y que juntos construiremos otro México, otro mundo, donde no haya más arriba y abajo; donde no haya explotación que permite que unos pocos ganen todo sin el sudor de su frente y el 99 por ciento vive en condiciones de miseria. Donde no haya despojo y se restituya a los pueblos el control de su tierra y de su territorio. Donde no haya desprecio y discriminación por el color de su piel o en contra de las mujeres o de nadie por sus preferencias sexuales. Donde no haya represión y las armas estén donde les corresponde, encerradas en las bóvedas más profundas.

Sabemos que lo vamos a lograr porque nosotros también venimos del color de la tierra, porque como nunca es necesario recordar ese pensamiento que le otorga destino a nuestra geografía: que abajo del cemento está la tierra. Abajo del cemento está la raíz. De esa raíz somos y a esa raíz nos debemos. Somos como el árbol que rompe el cemento y se ramifica hacia abajo, con la ilusión de algún día tocar la raíz del árbol de la selva lacandona

Viva el EZLN

Vivan los pueblos zapatistas

Vivan los colectivos y organizaciones de la Sexta

Vivan todas las luchas del pueblo mexicano en contra del poder.

Ciudad de México a 25 de enero del 2014.